El
avión FAP DC8-62F Nº 371 fue intervenido a las dos de la tarde del
11 de mayo de 1996 por iniciativa del entonces jefe del Ala Aérea 2
de la FAP, mayor general FAP Pedro Palomino. Adentro, luego de varias
horas de búsqueda se encontró un cargamento de 169.600 kilogramos
de clorhidrato de cocaína que había sido cuidadosamente escondido
en la bodega número 3 del avión. La intervención se realizó pocas
horas antes del despegue programado de un vuelo clasificado como
“secreto”, para llevar motores y equipos bélicos necesitados de
mantenimiento en Rusia.
La
Dirandro, que intervino poco después del hallazgo e inició una de
las típicas investigaciones policiales de la época de Fujimori,
determinó lo obvio: que un oficial, varios suboficiales y técnicos
fueron cómplices en el intento de narcotráfico. Pero ni la
Dirandro, ni la Fiscalía, ni la Fuerza Aérea investigaron a los
altos mandos de la institución –y mucho menos a los que estaban
por encima de ellos– para definir si tenían o no responsabilidad.
Esa fue apenas una de las cosas que se dejó de investigar. Nunca se
supo, por ejemplo, dónde se compró la droga y menos a quién ni
tampoco se descubrió quién era el destinatario. En los hechos, más
que una investigación, hubo un control de daños para encapsular las
inculpaciones y evitar llegar a los eslabones más altos de la cadena
de narcotráfico.
OPERACIÓN
ENCUBRIMIENTO
No
solo eso. Un año después de la incautación de la droga, en julio
de 1997, el entonces gobernante Alberto Fujimori exculpó en un
discurso público a los oficiales de la tripulación del narcoavión.
Uno de los exonerados por Fujimori era su edecán, el comandante FAP
Luis Escarcena Ishikawa, quien era uno de los tres pilotos del avión
que transportaba la cocaína. Es más, Escarcena Ishikawa fue solo
incluido como testigo en las investigaciones.
El
discurso de Fujimori fue para el sometido Poder Judicial de ese
tiempo, como si se tratara de una sentencia del Tribunal de La Haya.
Un mes después el PJ solo sentenció al personal subalterno.
Los
oficiales no solo fueron absueltos sino que uno de ellos, el coronel
FAP Óscar Salinas, fue premiado con un ascenso.
Blanca
Nélida Colán, la incondicional Fiscal de la Nación de esos años,
intervino directamente en el caso. Colán llegó al grupo aéreo Nº
8 al día siguiente del operativo y nombró a dedo a una fiscal,
Fabiola Peña Tavera, para que investigue, o más bien encubra el
caso.
Como
se recuerda, años más tarde Colán fue condenada a 10 años de
prisión por los delitos de enriquecimiento ilícito, omisión de
denuncia y encubrimiento personal durante el fujimontesinismo.
¡Y
encubrimiento fue lo que hubo en el caso del narcoavión!
IDL-Reporteros
ha obtenido documentos hasta ahora desconocidos que revelan la
historia secreta del narcoavión. Uno de los hallazgos es saber que
ese no fue, ni mucho menos, el único narcovuelo. De hecho, IDL-R
pudo averiguar que desde 1992 se enviaron no menos de cuatro
cargamentos de droga al extranjero en aviones de la FAP.
Los
primeros datos que condujeron al hallazgo de la droga en el
narcoavión fueron comunicados a fines de noviembre de 1995, al
entonces coronel Pedro Palomino Horna, en ese año jefe de la VI
Región Aérea Territorial de la FAP, con sede en Juanjuí. Palomino
dirigía el programa de interdicción aérea que estaba a punto de
destruir el puente aéreo de narcovuelos entre el Huallaga, el VRAE y
Colombia. Hasta entonces la FAP había derribado cerca de 30
avionetas.
En
un viaje a Lima, Palomino se reunió con el técnico FAP Jorge
Rodríguez, que había trabajado antes con él y que servía ese año
en el grupo aéreo Nº 8. Rodríguez le entregó una carta (más bien
un informe manuscrito de 6 páginas) que refería en detalle cómo se
transportó droga al extranjero en aviones de la FAP, en 1993 y 1994,
hasta en cuatro oportunidades.
LOS
VUELOS
Según
ese informe el primer vuelo se realizó del 17 al 19 de junio de
1993; el segundo del 1 al 3 de octubre; el tercero del 24 de octubre
al 3 de noviembre; y el cuarto del 14 al 17 de abril de 1994. Todos
ellos con destino a Estados Unidos.
También
figuraban los nombres de los técnicos implicados en cada caso, el
monto de dinero que recibían por cada envío y los signos exteriores
de riqueza que ostentaba el personal a su retorno.
Rodríguez
le explicó a Palomino que el comandante del grupo aéreo Nº 8,
coronel FAP Barry Power, ya estaba al tanto del asunto porque también
le había entregado la carta. Pero Power no había hecho ninguna
investigación.
A
inicios de 1996 Palomino ascendió a mayor general y fue trasladado a
Lima para asumir la jefatura del Ala Aérea N° 2 del grupo aéreo Nº
8. Dispuesto a actuar sobre la grave información que tenía,
Palomino entregó copia de la carta al comandante general de la FAP,
general Waldo Richter; y al jefe de la Dirección de Inteligencia de
la FAP (DIFAP), Elesván Bello.
Con
una información tan detallada era imperativo para Richter ordenar
una investigación a fondo. Era obvio, o por lo menos muy probable,
que los suboficiales constituían el último eslabón de una cadena
que podía comprometer a los niveles más altos de las Fuerzas
Armadas y del gobierno. Según fuentes con conocimiento de causa,
tanto Richter como Bello manifestaron su rechazo a investigar el
caso. De hecho, no hicieron nada.
Palomino
tomó por su cuenta una serie de medidas de control en el ala aérea
Nº 2. Ordenó inspecciones a los aviones que salían de la base con
destino al interior del país y al extranjero.
VUELO
SECRETO
El
12 de mayo de 1996 el avión FAP DC8-62F Nº 371 debía llevar
equipos y motores con destino a Rusia para ser reparados. El vuelo se
clasificó como secreto, lo que permitía evitar controles en los
países donde tendría que hacer escala. La versión que hasta ahora
se conocía y que figura en los informes finales de las comisiones
investigadoras de la FAP y el atestado de la Dirandro sobre el caso,
es que la inspección al avión se habría hecho a raíz de una
llamada anónima que el general Palomino recibió el 6 de mayo
alertándolo que en aquel vuelo logístico transportarían droga.
Según
información obtenida por IDL-R, Palomino no recibió ninguna llamada
anónima. Fue él quien le solicitó autorización al comandante
general de la FAP para hacer una inspección al avión porque tenía
información confiable que en ese vuelo iban a transportar droga.
Según
indicaron las fuentes, Richter se negó en un inicio, pero ante la
insistencia de Palomino aquél permitió la inspección a condición
de que se atribuyera el operativo a una llamada anónima de alerta.
Luego
de obtener la autorización, el general Palomino y un equipo de la
FAP inició la inspección a las 2 de la tarde. En la bodega de carga
posterior, detrás del ‘carenado’, encontraron un bulto negro que
contenía seis paquetes negros y una caja de cartón con varios
paquetes de color marrón que arrojaron un peso bruto de 174.22 kilos
de cocaína.
POSTERGACIONES
El
general PNP Luis Pérrigo, entonces jefe de la Dirandro, inició las
investigaciones, que pronto arrojaron varios datos muy reveladores.
Lo más importante de todo fue que el vuelo tuvo varias
postergaciones. Y en cada una de ellas se aumentó la carga de droga.
Eso lo detalló el atestado policial Nº 068-05.96-Dirandro
PNP/DITID-DC, al que ha tenido acceso IDL-R. Sin embargo, la Policía
no profundizó ese importantísimo dato.
Según
el informe, el vuelo en un inicio había sido programado para el 27
de abril de 1996. Cuatro días antes, el 23 de abril, ingresaron 60
kilos de cocaína al avión. El segundo ingreso de 30 kilos de
cocaína fue el 29 de abril. El tercer y último ingreso de la droga
(80 kilos) se hizo el 7 de mayo, luego de que se postergara la salida
del vuelo para el 12 de mayo.
La
programación de un vuelo clasificado como secreto solo podía ser
modificada por disposiciones del más alto nivel, indicaron varias
fuentes a IDL-R. De hecho, la autorización del vuelo se hizo
mediante una Resolución Suprema.
Las
investigaciones de la Dirandro confirmaron que desde 1992 los aviones
de la FAP eran utilizados para enviar droga al extranjero.
“Se
establece que esta modalidad de tráfico, utilizando los aviones de
la FAP, venía siendo utilizada desde 1992 aprox. Y de acuerdo a las
diligencias policiales, con la participación del RMP (representante
del Ministerio Público), se determinó que se habría comercializado
a ABR96 170 kgs. de CC. aprox., participando en este ilícito penal
personal Técnico FAP integrantes de diferentes tripulaciones al
exterior”, refiere el documento.
La
Comisión Especial de Investigación (CIE) de la FAP conformada por
disposición de Richter, también supuestamente investigó las
responsabilidades administrativas de los oficiales y suboficiales
implicados en el caso del narcoavión.
Lo
contradictorio es que acusaron al general Palomino de graves faltas
disciplinarias, cuando fue él quien pidió que se hiciera el
operativo y finalmente encontró la droga en una de las bodegas del
avión.
Meses
después, el Consejo de Investigación para Oficiales (CIOG),
presidido por el comandante general de la FAP, exculpó a Palomino.
Por otro lado, en la resolución de la Comandancia General, Richter
asegura que el tráfico de drogas es un “hecho sin precedentes en
la FAP”, pese a que la Dirandro había establecido que había,
precisamente, varios precedentes.
IDL-R
buscó al general Richter para preguntarle por qué no investigó
sobre los supuestos envíos de droga reportados por el personal a la
Dirandro, pero este se negó a dar una entrevista.
Años
después se sabría porqué. En 2005, el entonces fiscal
anticorrupción Jorge Chávez Cotrina, denunció al exasesor
presidencial Vladimiro Montesinos y a los altos mandos de la FAP de
entonces como cómplices del delito de tráfico ilícito de drogas
por el caso del narcoavión. Entre ellos al excomandante general de
la FAP, Waldo Richter, y al jefe de la Dirección de Inteligencia de
la FAP (que luego reemplazaría a Richter como comandante general),
Elesván Bello. Este proceso judicial está en su etapa final.
Pero
hasta la fecha no se ha investigado lo más importante: quién
integró y cómo operó la organización de narcotráfico que utilizó
los aviones de la Fuerza Aérea para el contrabando masivo de drogas
desde, por lo menos, 1992.
ROMINA
MELLA
DE
IDL- REPORTEROS
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