La interrogante de actualidad, cuando faltan pocos días para que se conozca el fallo de La Haya, no es -por desgracia- si Chile acatará dicho pronunciamiento, pues, tal como lo habíamos previsto en un artículo anterior, ya los gobernantes del país sureño han sacado las garras y han empezado a condicionar la aplicabilidad de dicha sentencia.
Lo que el Perú debe buscar, junto a sus gobernantes e instituciones, es una fórmula para obligar a Chile a cumplir con sus compromisos internacionales, alguna vez. Somos conscientes de que la diplomacia sureña siempre ha rendido culto a la razón de la fuerza y no a la fuerza de la razón, en sus relaciones con el Perú y Bolivia. El pueblo chileno, por su parte, está profundamente imbuido de la "filosofía" del sanguinario dictador Pinochet, quien señaló alguna vez que "hay países machos y países hembras. Chile es un país macho". Parece que hasta Bachelet está segura del "gran descubrimiento" del masacrador convertido en "biólogo de las naciones".
Siguiendo el pésimo ejemplo de Colombia, país que no acata otro fallo respecto a sus límites con Nicaragua, Chile pretenderá continuar con la posesión del cuadrilátero marítimo en disputa, recurriendo a la misma táctica que usó para apoderarse definitivamente de Arica. En consecuencia, empezará por dilatar ad infinitum la ejecución del fallo con mil argucias y pretextos. Mientras tanto, al serle imposible chilenizar los peces que habitan en el territorio marítimo que usurpa sin fundamento legal, presionará al débil gobierno de Humala, hasta obligarlo a iniciar negociaciones conciliatorias extra-fallo, con el cuento de las "cuerdas separadas" y la imperativa "integración" entre los dos países, para llegar, finalmente, a firmar acuerdos totalmente opuestos al fallo. Chile continuará explotando la riqueza ictiològica de ese segmento del Pacífico, mientras que Humala se sentirá satisfecho con las migajas que le dejen los pesqueros chilenos.
Todo esto contará, cuándo no, con el beneplácito de aquellos quintacolumnistas chilenófilos, como García, El Comercio, la CONFIEP y tantos otros quienes apoyarán abiertamente una solución "consensuada", es decir, impuesta por Chile, porque no querrán " que los chilenos se enojen ". Asimismo, no faltarán los "buenos oficios", léase presiones, a favor de Chile de parte de su papá Estados Unidos y de su mamá Inglaterra.
Como decía Ortega y Gasset, los peruanos estamos, pues, "rodeados por las circunstancias" y en este contexto es que debemos ubicar el punto débil del país mapochino que no puede ser otro que el aspecto económico. Sabemos que Chile requiere con desesperación el gas peruano para su industria cuprífera norteña. Veamos el ejemplo de Bolivia donde el presidente indio, Evo Morales, se ha negado a venderle gas a Chile, hasta que este país le devuelva su salida soberana al Pacífico. No solo eso: le proporciona gas a Argentina, pero a condición de que no lo revenda a Chile.
Ahí está la clave para obligar a Bachelet a cumplir con el fallo de La Haya, dejando de lado sus bravatas. Por tanto, Humala debe tomar las siguientes medidas:
1. Retirarse de la Alianza del Pacífico y profundizar su relación con UNASUR Y CELAC.
2. Dar una ley prohibiendo completamente la venta de gas o cualquier tipo de energía a Chile, mientras este país se niegue a acatar el fallo de La Haya y hasta que la matriz energética de todo el Perú se haya modificado.
3. Si Chile persistiese en desconocer el fallo, promulgar otra ley prohibiendo el ingreso de más capitales chilenos, en cualquiera de sus modalidades, por razones de seguridad nacional.
4. Como medida última, el Perú tendría que cerrar su frontera sur. Ya veríamos quién necesita más a quién. En menos de una semana Arica estaría izando la bandera peruana.
Todas estos actos estarían justificados con el argumento de que es imposible tener relaciones diplomáticas y comerciales con países que se niegan a cumplir los tratados y convenios internacionales así como las sentencias de cortes supranacionales a cuyo fallo se sometieron voluntariamente.
El pueblo peruano espera que Humala muestre un destello de dignidad y patriotismo y sepa hacer respetar los derechos peruanos y no caiga prosternado a los pies mapochinos, como lo han hecho invariablemente todos nuestros gobernantes - excepto Velasco- desde la infausta Guerra del Salitre.
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