LO QUE CALLA GARCÍA
Los mítines del candidato Alan García se presentan como
una inmejorable oportunidad para cotejar sus propuestas electorales con
el pensamiento político del fundador del Aprismo, en el contexto de la
nueva realidad política, económica y cultural que ahora vivimos. Pero
ello nunca se materializa. Todos esos eventos transcurren
intrascendentes con el mismo guion: Palabras de bienvenida, saludos,
canto solemne de la Marsellesa Aprista, y luego el discurso central del
candidato García, que resulta ser, en el peor de los casos, una lista
invertebrada de propuestas inmediatistas o, en el mejor de los casos, el
recuerdo supuestamente apasionado y leal a Víctor Raúl.
Hablar sentimentalmente del
fundador del Aprismo es el astuto atajo del candidato García para no
abordar la actualidad del pensamiento político de Haya de la Torre y
desentenderse de sus propuestas, en una hora crucial para la economía
del país. El otro atajo es reiterar el postulado hayista de la
integración continental. Así, el primer atajo de García francamente
elude y calla; mientras el segundo, se recrea en lo obvio y elude con
trampa.
CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN
Vamos entonces a situarnos en la centuria: El mundo se encuentra
viviendo las graves consecuencias de la crisis de la globalización
inspirada por las grandes corporaciones, es decir la Globalización
Corporativa. Esta globalización que nos ha tocado vivir en esta porción
de la historia universal, de la mundialización de los mercados y el
comercio y del desarrollo formidable de los medios de comunicación y la
tecnología, pero todo ello en beneficio de los particulares intereses de
los grandes conglomerados internacionales, antes que en beneficio de la
persona humana y la preservación planetaria de nuestro ecosistema.
Ahora bien, recordemos que esta globalización corporativa surgió como
corolario de la caída y el desprestigio, respectivamente, de dos tipos
de estado de la postguerra: el totalitario socialista y el republicano
de los partidos políticos; y se alimentó teóricamente de los ideólogos
del pensamiento económico neoliberal, que sobre la base de los
principios económicos reganianos y tacherianos, impulsaron la reducción
de las tareas del estado nacional, cuyo papel debería ser el de árbitro y
promotor de la economía y edificador de una eficiente red social que
cubra las necesidades básicas del pueblo.
Derrotado uno y cuestionado el otro, dos tipos de estado nacional que
dominaron el espectro de la política internacional durante la Guerra
Fría, se abrió de inmediato las puertas para que las corporaciones
internacionales, desde el poder particular de sus directorios, definan
los lineamientos fundamentales del nuevo orden mundial, la apropiación y
regulación de los mercados -especialmente los emergentes de la Europa
del este y los privatizadores de América del Sur-, y la adquisición de
la tecnología necesaria que haga posible su accionar, a costa de la
gradual destrucción del ecosistema del planeta y la degradación de la
persona humana y sus derechos fundamentales. Y mientras el primer tipo
totalitario de estado ofrecía irreal y criminal resistencia a una
globalización distorsionada por las corporaciones, sobre la base de la
organización de sociedades aislacionistas o recurriendo al terror
homicida y a la dictadura en nombre del pueblo, el segundo tipo de
estado se adscribía sin reservas al modelo económico neoliberal del
Imperialismo Corporativo, que es precisamente la globalización apropiada
por las grandes corporaciones, con la manifiesta intencionalidad de
explotar a las naciones, que no tienen más un estado nacional eficiente y
coaligado con los intereses de su pueblo.
Y aquí viene lo que el candidato Alan García calla sobre el
pensamiento de Haya en todos sus mítines de campaña. En este nuevo y
dramático contexto internacional de la crisis financiera mundial del
siglo XXI, el país no necesita de un estado totalitario (con soldadesca
en las calles), ni limitado al artificio republicano de los partidos
políticos. Lo que el Perú necesita, señor García, es el estado ideado
por Haya de la Torre, que se funda en el concurso de todas las voces
sociales del desarrollo, vale decir de la producción, y que hogaño
emerge fortificada como propuesta para la construcción de un nuevo tipo
de estado nacional, fundada en una democracia diferente y que Haya
denominó Funcional, para que se haga realidad la formulación de
políticas públicas integradas a un plan de desarrollo nacional.
Esta no es una reflexión que se funda en una terca afirmación
romántica de un postulado fundamental del pensamiento político de Haya
de la Torre. Tampoco es la hiperbolización de los alcances geográficos
de una propuesta que nació, es cierto, específica para una región
determinada. Porque desde la canteras contemporáneas y de vanguardia de
la academia política norteamericana, se ha alzado recientemente la voz,
respetada y progresista, de Fareed Zakaria, anunciando, con sólidos
argumentos, la necesidad de este gran país del norte, que es los Estados
Unidos de América, ante la crisis, de introducir dramáticos cambios en
su estructura de poder político, al que ha denominado, sintomáticamente,
disfuncional, porque es extremadamente rígido y -lo más importante,
como lección para el Perú y América Latina y sus propias estructuras de
poder político- porque es anacrónico y obsoleto, incapaz de diseñar una
nueva agenda para una nueva era que, según Zakaria, trasciende ahora las
propuestas partidarias, porque debe adentrarse forzosamente a las
propuestas del pueblo americano, pero organizado en sus instituciones
civiles, vale decir, y como lo anunciara Haya para el Perú y para
América Latina, funcionalmente.
Y mientras los postulados hayistas, señor García, transformadores de
la sociedad se confirman allende las fronteras de la patria, desde
posiciones norteamericanas liberales, vale decir de izquierda
democrática, ratificando en pleno siglo XXI el genio político de Haya de
la Torre, la preocupación constante por el desarrollo sostenido y el
progreso de la región ha llevado a la CEPAL, es decir la Comisión
Económica Permanente para América Latina y el Caribe, ha reconocido,
como Haya lo hiciera en su momento, la necesidad de formular en América
Latina políticas económicas integradas a planes de desarrollo nacional,
políticas que sólo pueden ser concebidas, desde la óptica de la dinámica
económica del Aprismo, a través de un Congreso Económico Nacional, es
decir, candidato García, desde una representatividad política funcional
-no republicana, no liberal y no patricia- para reorientar la producción
y servir a la nación.
Son voces del mundo moderno de hoy, del mundo civilizado, del mundo
contemporáneo y del siglo XXI, señor García, que están ratificando
principios rectores del pensamiento político de Víctor Raúl, y que en
otras latitudes del planeta, al materializarse, producen progreso y
bienestar para los que menos tienen, arrancándolos de las garras de la
explotación, la pobreza y la marginación política, económica y social.
DÉCADA DEL CINCUENTA
Porque desde hace ya algún tiempo el mundo se estaba moviendo con pasos
firmes hacia la planificación económica democrática, señor García. Y
porque el mundo entendió, especialmente el sudeste asiático miserable de
la década del cincuenta, que la acumulación de capital, que produjo
hace más de un siglo el despegue económico de las grandes naciones que
dominan el orbe, no se produciría más en un nuevo contexto económico
mundial, asimétrico y limitado por el poder de los países desarrollados y
de las grandes corporaciones.
Y desde entonces hasta hoy, las pujantes economías de Corea del Sur y
Taiwán, de Malasia y Singapur, han crecido vertiginosamente, gracias a
sus planes de desarrollo nacional, diseñados sobre un mapa económico de
país por sus agentes de la producción y sus técnicos reunidos, no en
parlamentos circenses, improvisados, sumisos o tirados de la nariz por
el Ejecutivo, sino en ágoras especializadas, técnicas y científicas que
pusieron a disposición de los inversionistas extranjeros y de los
exportadores nacionales, la ciencia de una economía planificada con
objetivos precisos y de largo aliento.
Esa ágora técnica, señor García, se denomina Consejo de Desarrollo
Económico en Singapur. Esa misma ágora, con los mismos propósitos
científicos y patrióticos se denomina Comité de Planificación Económica
en Corea del Sur. Esa misma ágora, con los mismos procedimientos, se
denomina Unidad de Planificación Económica en Malasia. Esa misma ágora,
con el mismo interés nacional, y no extranjerizante ni chilenizante, se
denomina Consejo de Desarrollo y Planificación Económica en Taiwán.
Mientras tanto en el Perú, hace 84 años, Haya de la Torre, denominó a
esta formidable unidad planificadora de la economía nacional, sobre la
base de la técnica y la ciencia pero al servicio de la nación, Congreso
Económico Nacional.
¿Por qué señor García soslaya esa herramienta formidable para el
progreso económico, que es también instrumento imprescindible para
encarar los desafíos enormes de la crisis financiera de este nuevo
siglo? ¿Por qué señor García insiste en la improvisación, con
inmediatistas, invertebradas a un plan de desarrollo y que, al final,
son cocinadas entre las cuatro paredes del sector Economía y Finanzas,
sin la participación de los agentes económicos? ¿Por qué no tenemos un
mapa económico de país, señor García? ¿Por qué no se planifica? ¿Por qué
continúan llegando al país, como llegaron en su segundo mandato, señor
García, inversiones extractivas y primarias, que no propenden al
desarrollo de la economía nacional, no producen trabajo ni transfieren
tecnología? ¿Por qué no se reorganizó la producción, señor García? ¿Por
qué no reconvertimos la industria y la agricultura del país en el marco
de un plan maestro de desarrollo económico, señor García? ¿Por qué no se
establece un mínimo vital de acuerdo a la productividad y la sobre
ganancia de las grandes empresas, señor García? ¿Por qué se insiste con
un modelo primario exportador y de servicios, que no genera mayor empleo
sino desocupación y subempleo, que no se integra con otros sectores
domésticos, porque no compra materias primas ni insumos nacionales, y no
crea mercados de capitales y no edifica sólidos eslabones productivos,
señor García? ¿Por qué somos incapaces de establecer un equilibrio entre
la exportación y el mercado interno, señor García?
La respuesta viene de inmediato: Porque el programa político y
macroeconómico de Haya no fue aplicado por Alan García desde el poder,
ni en 1985, ni en 2006. Y, consecuentemente, porque el APRA, como
proyecto político revolucionario, transformador y redentor de los que
menos tienen, jamás llegó al poder en el Perú, sino el actual candidato
presidencial Alan García.
En el Perú, esa forma particular de democracia participativa, plural,
técnica y descentralista, y que se funda en sus nuevos actores sociales
y en sus talentos libremente convocados, es y debe ser el Congreso
Económico Nacional. Que es también revolución política, porque jubila a
un liderazgo incompetente y corrupto, -como es el caso del candidato
García-, que no supo administrar la globalización, como no supo en su
momento crear como clase política un estado sólido en los albores de la
república, o administrar la riqueza del guano y del salitre o, hogaño,
el último de crecimiento económico de China y adentrarse a las reformas
estructurales dirigidas a diversificar la producción. Porque la clase
política en general y el propio candidato García, prefirieron,
incompetentes, el “piloto automático” y perfeccionar su sistema
clientelista, sobre la base del soborno y la compra venta de voluntades.

Apra decadente, de corrupción, de narcoindultos y escándalos vinculados a redes del narcotráfico.
Por ello fuerza es recordar, al candidato Alan García y a los
detentadores del poder en el Perú coaligados con la oligarquía, los
pilares fundamentales del pensamiento político de Haya de la Torre: Dos
propuestas esenciales de nuestro programa para tipificar a un gobierno
como un gobierno Aprista, nacional pero moderno, democrático pero
revolucionario, y ubicado, además, en la centuria:
El primero, la completa restructuración del poder político en el
Perú, que busca incorporar permanentemente a la vida pública del país a
las voces de la sociedad civil organizada en la definición de las
políticas públicas, para que éstas puedan contar con responsabilidad
social e inclusión, y para que esa nueva institucionalidad, por su
representación plural pero también técnica, sirva realmente a las
necesidades de los más pobres, y no a los intereses de Graña y Montero o
del grupo Romero. Y la segunda, la restructuración de la economía
nacional, no por las compañías chilenas que se cargaron hasta el
Aeródromo de Collique con la venia del entonces Presidente García, sino
por la clase productora del país, para reorganizarla y planificarla, no
al estilo Chávez, montado sobre el precio internacional del crudo, o al
estilo García (Fujimori, Toledo y Humala) aupado al precio internacional
de los minerales, sino como lo quiso Haya, es decir diversificando la
economía nacional y colocándola a disposición de los más necesitados, de
los que menos tienen, es decir del pueblo.
Ambas propuestas convergen en aquello que ha sido largamente
justificado en esta entrega, con el preciso recuento de experiencias no
del año 1931, sino del siglo XXI. Me estoy refiriendo, nuevamente, a la
urgente constitución, genuinamente hayista, de un Congreso Económico
Nacional.
Y éste es el verdadero proyecto político y económico del Aprismo, que
no está ni en los libros ni en los artículos, ni en los discursos
mendaces del candidato García, porque aquel es un proyecto político
sustitutivo de una democracia falaz, que no representa más a la mayoría
de la nación y que pone en peligro la precaria constitucionalidad del
país con un pueblo que se radicaliza cada día más hacia sectores
ultraderechistas como es el Fujimorismo. Y es un modelo sustitutivo de
un capitalismo sin contrapesos ni controles, que fue impugnado, hace
unos años, en el centro mismo del capitalismo mundial, con el voto
popular de la mayoría del pueblo americano, enterrando un pensamiento
económico que permitió el enriquecimiento ilícito de los poderosos y la
corrupción generalizada del sistema financiero.
Por todo ello, resulta también importante, fundamental y esencial,
para el Perú y su pueblo que el APRA recobre, cuanto antes, su libertad
de criterio y se aparte, cuanto antes, del candidato García, en un
congreso nacional, ideológico y programático, renovador de la dirección
nacional del partido y de su estructura orgánica, empezando por la
inmediata eliminación de los cargos de Presidente del Partido y de
Secretario General, y la pronta constitución de la secretaria nacional
colegiada, tal como fue el deseo postrero del fundador y único jefe del
Aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Los que estamos en el llano y consideramos que el APRA no ha llegado
aún al poder sino el señor García y su adláteres, tenemos aún la
expectativa, la esperanza, y la seguridad que muy pronto la historia y
el Perú nos brindará la oportunidad de reivindicar al viejo león, de la
mano santa y noble de los manes que dieron su vida en Trujillo; de la
mano trabajadora y honesta del campesino, del obrero, del empleado y del
profesional, que con sacrificio y en condiciones inhumanas forjan, sin
embargo, la riqueza de la nación; de la mano de la mujer peruana, que a
falta de trabajo en la patria dolida, decentemente ha dado a sus hijos
hambrientos el pan nuestro de cada día, producto de su dura faena, lejos
de su familia y bajo otro cielo que no es el suyo; y de la mano de la
juventud democrática y rebelde del Perú, de los que buscan y quieren un
cambio; de los que quieren ver la patria próspera, pero firme y feliz,
con elecciones libres, democráticas y con sufragio universal, o al
fragor heroico y purificador de la lucha civil.
MARCO FLORES VILLANUEVA
Desde Boston, USA /
marcoludmila@msn.com