Intolerante a la podredumbre
Hay un cierto odio que es sano. Porque marca el límite del rechazo a lo
obsceno inadmisible, en este caso, el fujimorismo de la peor estirpe.
Keiko Fujimori ha resultado ser la mejor representante del fujimorismo
que bebió a temprana edad de su padre, y que, muy precozmente, hizo suyo
al tomar el puesto de su madre como primera dama. Con mucho maquillaje,
tacones y aires de glamour 8 http://goo.gl/fiUE6h), Keiko vivía su
fantasía de poder y popularidad cual consorte de su padre, a costa de
las más brutales torturas infligidas a su madre por orden de su papá.
Keiko, impávida, públicamente no solo jamás defendió a su madre, sino
que la reemplazó. Keiko no solo no tuvo el menor atisbo de empatía y
humanidad con ella, no se inmutó y siguió sonriendo a las cámaras y
flashes. Keiko no tiene corazón. (https://goo.gl/sWZvxG)
Desde joven supo cómo manipular, mentir, jugar en pared para contener
el poder que tanto les excita. Ya lo decía Fernando Vivas en un artículo
escrito en el 2011: “La hija mayor de Fujimori es una política de la
fatalidad. Ha hecho mucho daño sosteniendo que hacía el bien. Cuando se
le ocurrió, en el caliente 2000, salir a los medios a denunciar a
Montesinos, no buscaba una salida democrática para el país –¡ya la
estábamos consiguiendo los opositores sin su interesada ayuda!– sino una
coartada para la fuga de su papá, un tiempo de gracia para que hiciera
maletas y, de paso, llenara otras con los videos que, si llegamos a ver
alguna vez, quizá expliquen cómo así le pudo pagar a su heredera
estudios en las universidades de Boston y Columbia”. “Keiko, pasando
piola y estudiando en EE.UU. mientras a su padre se le acusaba de mil
fechorías, se ha presentado, sin subrayarlo, como la reserva moral del
fujimorismo y, por lo tanto, su candidata natural a la presidencia en el
2011. Keiko (…) ni parece perder el sueño por el juicio de su padre
mientras este cargue solo con todas las culpas”.
Esta señora, que vive de su apellido, y mantenida por el partido que ve
en ella su única posibilidad de recuperar el poder, no solo ha heredado
lo peor de su padre, sus aliados, sus asesores, su manejo turbio de las
cuentas (rifas, cocteles, estudios), su tergiversación de las leyes (la
virgen y el sobre que no tocó), sino que ha demostrado actuar con aquel
cinismo que para los políticos es motivo de orgullo y habilidad: sabe
sonreír, no pelearse, descargar responsabilidades por donde la pita es
más débil, tener operadores que mueven la maquinaria mediática,
empresarial a su favor con la promesa y esperanza de años provechosos
para sus negocios. Dice medias verdades (errores no delitos), completas
mentiras (mi padre es inocente, yo no defendí a Montesinos
https://goo.gl/oA9nGb).
Bueno fuera que siendo mantenida por su partido, hubiera mostrado
alguna vez, en estos 16 años desde que cayó la dictadura de su padre,
que ella sabe hacer algo, trabajar en algo para los peruanos por los
peruanos, que tiene algún tipo de experiencia para tomar tan complejas
riendas de un país o siquiera vocación social que solo muestra cada 5
años. Pero Keiko Fujimori solo se ha dedicado a navegar por la vida a
costa de otros. Y quienes la rodean son la pesadilla hecha realidad, las
mismas, mañas, artimañas, voluntad de impunidad, torcedura de ley (caso
dádivas y Factor K) para llegar a su ambicioso objetivo.
Los conocemos bien y como dice César Hildebrandt en su semanario, hay
que odiar a los ladrones del tesoro público (6 mil millones robados por
el fujimorismo http://goo.gl/oSjQSc y destrozo de la economía
http://goo.gl/2MlNBE) y a quienes “ofendieron al país ensuciando sus
instituciones” porque ese odio es un “deslinde permanente”. Dice el buen
César que “odiar a quienes quieren convertir al Perú, otra vez, en un
país de siervos, revela salud mental, carácter, ciudadanía. Odiar no
significa lanzar piedras ni amenazar con matar al adversario. El odio
civilizado contra quienes no respetan los cánones de la democracia es un
mecanismo de defensa amparado por la Constitución.”
¿Por qué los fujimoristas se quejan de ese odio, ese repudio y nos
tildan de intolerantes? “A los fujimoristas les asusta el odio y el
desprecio que producen. Llaman intolerantes a todos aquellos que les
recuerdan, en la tribuna o en la calle, quiénes son, qué encarnan, qué
harán. Esperan gobernar. Esperan despertar el fantasma del terrorismo
–así sea con atentados pensados por algún grupo parecido a los Colina–
para dictar medidas de emergencia.”
Somos muchos los que pensamos que la vuelta del fujimorismo no debe
suceder, que es en defensa al país, a la democracia, al Estado de
derecho que tenemos la obligación cívica, patriota y moral de odiar
aquello que destila pus para nuestro país. Tal como lo pone Hildebrandt:
“El fujimorismo está condenado a ser lo que es. En sus raíces está la
violencia y el desdén por los modales democráticos. Contra eso se yergue
el odio que puede salvarnos.” Nos vemos el 5 de abril en las calles,
marcha nacional. Alertas porque el fujimorismo intentará que las marchas
se tornen violentas. Rendirse, jamás.
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