Mirko Lauer
Las primeras reacciones de los maestros escolares a la Ley Nº29510 han sido gremial y profesional. Rechazan la competencia que el ingreso de otras profesiones a la docencia significa para una actividad donde campea el desempleo. Además hacen notar que hay un entrenamiento en pedagogía indispensable para enseñar con éxito.
La nueva ley exceptúa del requisito de colegiación y faculta a los profesionales a enseñar en el área de su especialidad. No abunda en considerandos, lo cual complica la polémica y obliga a imaginar los motivos que hubo para darla. Es de suponer que todos han sido de tipo eficientista: más recursos, más nivel, más competencia.
Por lo pronto la idea de que un profesional es automáticamente bueno en su especialidad es discutible. Después de todo, es probable que las deficiencias atribuidas al gremio docente sean precisamente uno de los argumentos para dar la nueva ley. No puede ser otro, dado que hay más profesores que cargos disponibles para ellos.
De otra parte el argumento de que los profesionales no docentes carecen de formación pedagógica también es complicado, pues la pedagogía deficiente es uno de los reproches que se les suele hacer a los maestros. El otro, también revelado en las pruebas realizadas en estos años, es una pobreza de información general para su desempeño.
Pero aun así, el argumento de la pedagogía tiene peso, y sugiere la conveniencia de que quienes quieran sumar la enseñanza escolar a sus actividades pasen por un entrenamiento mínimo en el arte de transmitir los conocimientos que se tiene. No todo profesional sabe enseñar por ciencia infusa, como tampoco todo profesional sabe escribir, pero se aprende.
Si bien la nueva ley abre la docencia a un pool de recursos y habilidades más amplio, nada garantiza que el nivel de los recién llegados (o simplemente recién legitimados) sea superior al de los maestros. Los bajos sueldos pagados a la enseñanza en el país más bien sugieren una tendencia a reclutar más o menos parecidas habilidades.
Debemos entender que los profesionales venidos de fuera serán sometidos a las mismas pruebas periódicas que los maestros, lo cual en poco tiempo debería arrojar más luces sobre la conveniencia de la decisión tomada. La experiencia de colegios donde ya hay no docentes enseñando, que son muchos en todo el país, debería ser evaluada.
Quedan preguntas. ¿Los otros profesionales podrán entrar a la carrera pública magisterial? ¿Podrán afiliarse al Sutep si lo desean? ¿Se aplicará la norma también a la educación inicial, donde la pedagogía misma lo es todo? ¿Qué piensan de la nueva ley los colegios profesionales y cómo pueden aportar? ¿Quién va a organizar y liderar este importante debate?
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