¡ Oh ironías del destino ! La cosa es completamente al revés, mi estimado Pulpo. Si Susana Villarán - una extraña demócrata que pretende imponer su criterio personal por encima de un acuerdo mayoritario de la dirigencia de FS- logra dinamitar por dentro esta alianza, se habrá producido el milagro que tanto temìa la derecha y los líderes izquierdistas jamás lograron culminar: una sola opción para el pueblo peruano, un solo programa y un solo candidato.
En otras palabras, pulverizada la alianza FS, prácticamente desaparecería del escenario electoral - lo que más desprecian y odian los votantes que quieren un cambio radical de las estructuras del país es el divisionismo y el faccionalismo-, y quedaría como única alternativa para el pueblo mayoritario votar por la izquierda nacionalista, y así renacería la posibilidad de derrotar a la derecha fragmentada en varias pitucas, pero con el mismo calzón.
De este modo, lo que no lograron ni los partidos de derecha, ni de izquierda, se habría plasmado por hechos fortuitos, para beneplácito del pueblo peruano, cuyo clamor fue siempre presentar un solo frente en la batalla electoral.
Ahora, todo está en manos de Ollanta para entenderse, no ya con los líderes de pequeños partidos izquierdistas - cuyo hobby siempre fue destruir en el último minuto la unidad dolorosamente forjada- sino con las masas ansiosas de elegir un gobierno que se comprometa a tareas fundamentales desde el poder: una nueva Constitución, recuperaciòn de los recursos naturales, impuesto a las sobreganancias mineras, alto a la entrega de infraestructura geo-estratégica, lucha contra la corrupción, la desigualdad y la pobreza, etc.
Recuerde Ollanta que al electorado le interesan los cambios concretos y no entiende nada de dogmas, sectarismos, ni tantos "ismos" que encantan a los dirigentes enclaustrados en sus capillas y desvinculados de las masas.
En otras palabras, pulverizada la alianza FS, prácticamente desaparecería del escenario electoral - lo que más desprecian y odian los votantes que quieren un cambio radical de las estructuras del país es el divisionismo y el faccionalismo-, y quedaría como única alternativa para el pueblo mayoritario votar por la izquierda nacionalista, y así renacería la posibilidad de derrotar a la derecha fragmentada en varias pitucas, pero con el mismo calzón.
De este modo, lo que no lograron ni los partidos de derecha, ni de izquierda, se habría plasmado por hechos fortuitos, para beneplácito del pueblo peruano, cuyo clamor fue siempre presentar un solo frente en la batalla electoral.
Ahora, todo está en manos de Ollanta para entenderse, no ya con los líderes de pequeños partidos izquierdistas - cuyo hobby siempre fue destruir en el último minuto la unidad dolorosamente forjada- sino con las masas ansiosas de elegir un gobierno que se comprometa a tareas fundamentales desde el poder: una nueva Constitución, recuperaciòn de los recursos naturales, impuesto a las sobreganancias mineras, alto a la entrega de infraestructura geo-estratégica, lucha contra la corrupción, la desigualdad y la pobreza, etc.
Recuerde Ollanta que al electorado le interesan los cambios concretos y no entiende nada de dogmas, sectarismos, ni tantos "ismos" que encantan a los dirigentes enclaustrados en sus capillas y desvinculados de las masas.
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