Por Nelson Manrique
Es un hecho comprobado que la capacidad de razonar de los individuos se ve seriamente afectada cuando es interferida por fuertes emociones. Es algo que sucede, por ejemplo, con el amor y con el miedo. El enamorado –como es sabido– es incapaz de juzgar objetivamente lo que le sucede y no puede ver la realidad como es. Sucede algo semejante con la persona que es presa del miedo, que ve sus fantasmas como lo real y es incapaz de conectarse con la realidad como esta es.
Esto es perfectamente aprovechable en la lucha por el poder. La racionalidad del terrorismo se basa en bloquear la capacidad de razonamiento de las potenciales víctimas, de tal manera que estas, así que son presas del pánico, sean incapaces de juzgar sus circunstancias objetivamente, remplazando la realidad con los fantasmas que les dictan sus miedos más profundos. Una vez pasado el susto, con frecuencia se ve con admiración la desproporción entre el terror que se sintió y la magnitud de la amenaza real.
Los fujimoristas saben que esa estrategia rinde. Personas con miedo no se van a detener a preguntar qué pasó con los US$ 7 mil millones desaparecidos de las arcas del Estado durante el gobierno de Fujimori, o de dónde salió el dinero para educar a sus hijos en las universidades más caras de los EEUU, cuando papito afirmaba que cobraba 2,200 soles mensuales como presidente, o qué legitimidad moral tienen quienes frecuentaron las salitas del SIN de Montesinos y ahora se reciclan como candidatos “democráticos”.
El Apra les hace el juego. Desde la abusiva amenaza de expulsión contra el hermano Paul McAuley, apoyada por la fujimorista presidenta de la Comisión de RREE, Luisa María Cuculiza, hasta la propaganda gubernamental financiada con el dinero de todos, que quiere convertir en terroristas a todos los que se oponen al malbarateo de nuestras riquezas naturales y a los grandes negociados que se vienen desarrollando en torno a ellos. Como decía Alan García, en política no hay que ser ingenuos.
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