viernes, 18 de diciembre de 2015

ALAN GARCÍA NO ES APRISTA

LO QUE CALLA GARCÍA

Los mítines del candidato Alan García se presentan como una inmejorable oportunidad para cotejar sus propuestas electorales con el pensamiento político del fundador del Aprismo, en el contexto de la nueva realidad política, económica y cultural que ahora vivimos. Pero ello nunca se materializa. Todos esos eventos transcurren intrascendentes con el mismo guion: Palabras de bienvenida, saludos, canto solemne de la Marsellesa Aprista, y luego el discurso central del candidato García, que resulta ser, en el peor de los casos, una lista invertebrada de propuestas inmediatistas o, en el mejor de los casos, el recuerdo supuestamente apasionado y leal a Víctor Raúl.
Alan García Pérez
Hablar sentimentalmente del fundador del Aprismo es el astuto atajo del candidato García para no abordar la actualidad del pensamiento político de Haya de la Torre y desentenderse de sus propuestas, en una hora crucial para la economía del país. El otro atajo es reiterar el postulado hayista de la integración continental. Así, el primer atajo de García francamente elude y calla; mientras el segundo, se recrea en lo obvio y elude con trampa.
CRISIS DE LA GLOBALIZACIÓN
Vamos entonces a situarnos en la centuria: El mundo se encuentra viviendo las graves consecuencias de la crisis de la globalización inspirada por las grandes corporaciones, es decir la Globalización Corporativa. Esta globalización que nos ha tocado vivir en esta porción de la historia universal, de la mundialización de los mercados y el comercio y del desarrollo formidable de los medios de comunicación y la tecnología, pero todo ello en beneficio de los particulares intereses de los grandes conglomerados internacionales, antes que en beneficio de la persona humana y la preservación planetaria de nuestro ecosistema. Ahora bien, recordemos que esta globalización corporativa surgió como corolario de la caída y el desprestigio, respectivamente, de dos tipos de estado de la postguerra: el totalitario socialista y el republicano de los partidos políticos; y se alimentó teóricamente de los ideólogos del pensamiento económico neoliberal, que sobre la base de los principios económicos reganianos y tacherianos, impulsaron la reducción de las tareas del estado nacional, cuyo papel debería ser el de árbitro y promotor de la economía y edificador de una eficiente red social que cubra las necesidades básicas del pueblo.
Derrotado uno y cuestionado el otro, dos tipos de estado nacional que dominaron el espectro de la política internacional durante la Guerra Fría, se abrió de inmediato las puertas para que las corporaciones internacionales, desde el poder particular de sus directorios, definan los lineamientos fundamentales del nuevo orden mundial, la apropiación y regulación de los mercados -especialmente los emergentes de la Europa del este y los privatizadores de América del Sur-, y la adquisición de la tecnología necesaria que haga posible su accionar, a costa de la gradual destrucción del ecosistema del planeta y la degradación de la persona humana y sus derechos fundamentales. Y mientras el primer tipo totalitario de estado ofrecía irreal y criminal resistencia a una globalización distorsionada por las corporaciones, sobre la base de la organización de sociedades aislacionistas o recurriendo al terror homicida y a la dictadura en nombre del pueblo, el segundo tipo de estado se adscribía sin reservas al modelo económico neoliberal del Imperialismo Corporativo, que es precisamente la globalización apropiada por las grandes corporaciones, con la manifiesta intencionalidad de explotar a las naciones, que no tienen más un estado nacional eficiente y coaligado con los intereses de su pueblo.
Y aquí viene lo que el candidato Alan García calla sobre el pensamiento de Haya en todos sus mítines de campaña. En este nuevo y dramático contexto internacional de la crisis financiera mundial del siglo XXI, el país no necesita de un estado totalitario (con soldadesca en las calles), ni limitado al artificio republicano de los partidos políticos. Lo que el Perú necesita, señor García, es el estado ideado por Haya de la Torre, que se funda en el concurso de todas las voces sociales del desarrollo, vale decir de la producción, y que hogaño emerge fortificada como propuesta para la construcción de un nuevo tipo de estado nacional, fundada en una democracia diferente y que Haya denominó Funcional, para que se haga realidad la formulación de políticas públicas integradas a un plan de desarrollo nacional.
Esta no es una reflexión que se funda en una terca afirmación romántica de un postulado fundamental del pensamiento político de Haya de la Torre. Tampoco es la hiperbolización de los alcances geográficos de una propuesta que nació, es cierto, específica para una región determinada. Porque desde la canteras contemporáneas y de vanguardia de la academia política norteamericana, se ha alzado recientemente la voz, respetada y progresista, de Fareed Zakaria, anunciando, con sólidos argumentos, la necesidad de este gran país del norte, que es los Estados Unidos de América, ante la crisis, de introducir dramáticos cambios en su estructura de poder político, al que ha denominado, sintomáticamente, disfuncional, porque es extremadamente rígido y -lo más importante, como lección para el Perú y América Latina y sus propias estructuras de poder político- porque es anacrónico y obsoleto, incapaz de diseñar una nueva agenda para una nueva era que, según Zakaria, trasciende ahora las propuestas partidarias, porque debe adentrarse forzosamente a las propuestas del pueblo americano, pero organizado en sus instituciones civiles, vale decir, y como lo anunciara Haya para el Perú y para América Latina, funcionalmente.
Y mientras los postulados hayistas, señor García, transformadores de la sociedad se confirman allende las fronteras de la patria, desde posiciones norteamericanas liberales, vale decir de izquierda democrática, ratificando en pleno siglo XXI el genio político de Haya de la Torre, la preocupación constante por el desarrollo sostenido y el progreso de la región ha llevado a la CEPAL, es decir la Comisión Económica Permanente para América Latina y el Caribe, ha reconocido, como Haya lo hiciera en su momento, la necesidad de formular en América Latina políticas económicas integradas a planes de desarrollo nacional, políticas que sólo pueden ser concebidas, desde la óptica de la dinámica económica del Aprismo, a través de un Congreso Económico Nacional, es decir, candidato García, desde una representatividad política funcional -no republicana, no liberal y no patricia- para reorientar la producción y servir a la nación.
Son voces del mundo moderno de hoy, del mundo civilizado, del mundo contemporáneo y del siglo XXI, señor García, que están ratificando principios rectores del pensamiento político de Víctor Raúl, y que en otras latitudes del planeta, al materializarse, producen progreso y bienestar para los que menos tienen, arrancándolos de las garras de la explotación, la pobreza y la marginación política, económica y social.
Alan García Pérez
DÉCADA DEL CINCUENTA
Porque desde hace ya algún tiempo el mundo se estaba moviendo con pasos firmes hacia la planificación económica democrática, señor García. Y porque el mundo entendió, especialmente el sudeste asiático miserable de la década del cincuenta, que la acumulación de capital, que produjo hace más de un siglo el despegue económico de las grandes naciones que dominan el orbe, no se produciría más en un nuevo contexto económico mundial, asimétrico y limitado por el poder de los países desarrollados y de las grandes corporaciones.
Y desde entonces hasta hoy, las pujantes economías de Corea del Sur y Taiwán, de Malasia y Singapur, han crecido vertiginosamente, gracias a sus planes de desarrollo nacional, diseñados sobre un mapa económico de país por sus agentes de la producción y sus técnicos reunidos, no en parlamentos circenses, improvisados, sumisos o tirados de la nariz por el Ejecutivo, sino en ágoras especializadas, técnicas y científicas que pusieron a disposición de los inversionistas extranjeros y de los exportadores nacionales, la ciencia de una economía planificada con objetivos precisos y de largo aliento.
Esa ágora técnica, señor García, se denomina Consejo de Desarrollo Económico en Singapur. Esa misma ágora, con los mismos propósitos científicos y patrióticos se denomina Comité de Planificación Económica en Corea del Sur. Esa misma ágora, con los mismos procedimientos, se denomina Unidad de Planificación Económica en Malasia. Esa misma ágora, con el mismo interés nacional, y no extranjerizante ni chilenizante, se denomina Consejo de Desarrollo y Planificación Económica en Taiwán. Mientras tanto en el Perú, hace 84 años, Haya de la Torre, denominó a esta formidable unidad planificadora de la economía nacional, sobre la base de la técnica y la ciencia pero al servicio de la nación, Congreso Económico Nacional.
¿Por qué señor García soslaya esa herramienta formidable para el progreso económico, que es también instrumento imprescindible para encarar los desafíos enormes de la crisis financiera de este nuevo siglo? ¿Por qué señor García insiste en la improvisación, con inmediatistas, invertebradas a un plan de desarrollo y que, al final, son cocinadas entre las cuatro paredes del sector Economía y Finanzas, sin la participación de los agentes económicos? ¿Por qué no tenemos un mapa económico de país, señor García? ¿Por qué no se planifica? ¿Por qué continúan llegando al país, como llegaron en su segundo mandato, señor García, inversiones extractivas y primarias, que no propenden al desarrollo de la economía nacional, no producen trabajo ni transfieren tecnología? ¿Por qué no se reorganizó la producción, señor García? ¿Por qué no reconvertimos la industria y la agricultura del país en el marco de un plan maestro de desarrollo económico, señor García? ¿Por qué no se establece un mínimo vital de acuerdo a la productividad y la sobre ganancia de las grandes empresas, señor García? ¿Por qué se insiste con un modelo primario exportador y de servicios, que no genera mayor empleo sino desocupación y subempleo, que no se integra con otros sectores domésticos, porque no compra materias primas ni insumos nacionales, y no crea mercados de capitales y no edifica sólidos eslabones productivos, señor García? ¿Por qué somos incapaces de establecer un equilibrio entre la exportación y el mercado interno, señor García?
La respuesta viene de inmediato: Porque el programa político y macroeconómico de Haya no fue aplicado por Alan García desde el poder, ni en 1985, ni en 2006. Y, consecuentemente, porque el APRA, como proyecto político revolucionario, transformador y redentor de los que menos tienen, jamás llegó al poder en el Perú, sino el actual candidato presidencial Alan García.
En el Perú, esa forma particular de democracia participativa, plural, técnica y descentralista, y que se funda en sus nuevos actores sociales y en sus talentos libremente convocados, es y debe ser el Congreso Económico Nacional. Que es también revolución política, porque jubila a un liderazgo incompetente y corrupto, -como es el caso del candidato García-, que no supo administrar la globalización, como no supo en su momento crear como clase política un estado sólido en los albores de la república, o administrar la riqueza del guano y del salitre o, hogaño, el último de crecimiento económico de China y adentrarse a las reformas estructurales dirigidas a diversificar la producción. Porque la clase política en general y el propio candidato García, prefirieron, incompetentes, el “piloto automático” y perfeccionar su sistema clientelista, sobre la base del soborno y la compra venta de voluntades.
Apra decadente, de corrupción, de narcoindultos y escándalos vinculados a redes del narcotráfico.
Apra decadente, de corrupción, de narcoindultos y escándalos vinculados a redes del narcotráfico.
Por ello fuerza es recordar, al candidato Alan García y a los detentadores del poder en el Perú coaligados con la oligarquía, los pilares fundamentales del pensamiento político de Haya de la Torre: Dos propuestas esenciales de nuestro programa para tipificar a un gobierno como un gobierno Aprista, nacional pero moderno, democrático pero revolucionario, y ubicado, además, en la centuria:
El primero, la completa restructuración del poder político en el Perú, que busca incorporar permanentemente a la vida pública del país a las voces de la sociedad civil organizada en la definición de las políticas públicas, para que éstas puedan contar con responsabilidad social e inclusión, y para que esa nueva institucionalidad, por su representación plural pero también técnica, sirva realmente a las necesidades de los más pobres, y no a los intereses de Graña y Montero o del grupo Romero. Y la segunda, la restructuración de la economía nacional, no por las compañías chilenas que se cargaron hasta el Aeródromo de Collique con la venia del entonces Presidente García, sino por la clase productora del país, para reorganizarla y planificarla, no al estilo Chávez, montado sobre el precio internacional del crudo, o al estilo García (Fujimori, Toledo y Humala) aupado al precio internacional de los minerales, sino como lo quiso Haya, es decir diversificando la economía nacional y colocándola a disposición de los más necesitados, de los que menos tienen, es decir del pueblo.
Ambas propuestas convergen en aquello que ha sido largamente justificado en esta entrega, con el preciso recuento de experiencias no del año 1931, sino del siglo XXI. Me estoy refiriendo, nuevamente, a la urgente constitución, genuinamente hayista, de un Congreso Económico Nacional.
Y éste es el verdadero proyecto político y económico del Aprismo, que no está ni en los libros ni en los artículos, ni en los discursos mendaces del candidato García, porque aquel es un proyecto político sustitutivo de una democracia falaz, que no representa más a la mayoría de la nación y que pone en peligro la precaria constitucionalidad del país con un pueblo que se radicaliza cada día más hacia sectores ultraderechistas como es el Fujimorismo. Y es un modelo sustitutivo de un capitalismo sin contrapesos ni controles, que fue impugnado, hace unos años, en el centro mismo del capitalismo mundial, con el voto popular de la mayoría del pueblo americano, enterrando un pensamiento económico que permitió el enriquecimiento ilícito de los poderosos y la corrupción generalizada del sistema financiero.
Por todo ello, resulta también importante, fundamental y esencial, para el Perú y su pueblo que el APRA recobre, cuanto antes, su libertad de criterio y se aparte, cuanto antes, del candidato García, en un congreso nacional, ideológico y programático, renovador de la dirección nacional del partido y de su estructura orgánica, empezando por la inmediata eliminación de los cargos de Presidente del Partido y de Secretario General, y la pronta constitución de la secretaria nacional colegiada, tal como fue el deseo postrero del fundador y único jefe del Aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Los que estamos en el llano y consideramos que el APRA no ha llegado aún al poder sino el señor García y su adláteres, tenemos aún la expectativa, la esperanza, y la seguridad que muy pronto la historia y el Perú nos brindará la oportunidad de reivindicar al viejo león, de la mano santa y noble de los manes que dieron su vida en Trujillo; de la mano trabajadora y honesta del campesino, del obrero, del empleado y del profesional, que con sacrificio y en condiciones inhumanas forjan, sin embargo, la riqueza de la nación; de la mano de la mujer peruana, que a falta de trabajo en la patria dolida, decentemente ha dado a sus hijos hambrientos el pan nuestro de cada día, producto de su dura faena, lejos de su familia y bajo otro cielo que no es el suyo; y de la mano de la juventud democrática y rebelde del Perú, de los que buscan y quieren un cambio; de los que quieren ver la patria próspera, pero firme y feliz, con elecciones libres, democráticas y con sufragio universal, o al fragor heroico y purificador de la lucha civil.
MARCO FLORES VILLANUEVA
Desde Boston, USA /
marcoludmila@msn.com

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