martes, 1 de julio de 2014

PRONTUARIO DELICTIVO DE ALAN GARCÍA

Jamás respondió ante la justicia


Nunca estuvo sentado frente a un juez o un tribunal a pesar de haber sido investigado por un sinnúmero de delitos.

A comienzos de 1983, Alan García se armó de solemnidad y citó al grupo de su generación para hacerles un anuncio. Hasta donde sé, ahí estaban Carlos Roca, Luis Alva, Rómulo León y César Vega Vega, entre otros, y la noticia esperada era su decisión de lanzarse a la secretaria general del partido con 33 años y de ahí a la presidencia en 1985.

La determinación estaba tomada y lo que García estaba esperando de los asistentes era que digan si iban a apoyarlo en el objetivo de derrotar a la llamada “generación intermedia” y ganar para su lado a la mayor parte de las viejas glorias del partido.
Entre los años 60 y 70, García concluyó estudios de abogado en la Universidad Católica, fue parte de las fuerzas de choque juveniles que actuaban en otras universidades y logró convertirse en parte de un grupo de nuevos líderes que lograron una especial cercanía con el fundador del APRA, que los veía como un destacamento de recambio.

Luego el joven abogado barranquino partió a Europa supuestamente para hacer estudios de especialidad, pero, según hace ver su examigo Augusto Valqui Malpica, regresó sin ninguna calificación adicional a las que ya tenía y lo hizo requerido por Haya para reintegrarse a la actividad política en el período final del régimen militar.

Alan fue de esa manera catapultado a constituyente y diputado en un proceso récord, convertido en secretario de Organización del partido y jefe de la campaña de Armando Villanueva, en unos cuantos años, y con ese meteórico ascenso llegó a la decisión que finalmente comunicó a sus más cercanos amigos.

Ya se había consumado el cisma con Andrés Townsend que marcó las elecciones de 1980 y la disputa era ahora entre sectores de lo que por un tiempo se conoció como “armandismo”. La generación intermedia definió su candidato que sería el extravagante Carlos Enrique Melgar y contra él competiría el ascendente Alan García.

EL OBSERVADOR

En el año 1983, yo era uno de los líderes del único diario cooperativo que ha existido en el Perú y que se llamaba “El Observador”, en torno al cual se había producido una alianza que nunca se había visto, ni volvería a verse, entre apristas e izquierdistas para mantener el periódico luego del retiro de su fundador, el banquero Luis León Rupp.

Éramos, sin duda, un experimento periodístico tanto en materia de línea compartida como de gestión sin dinero, en tiempos de aguda crisis que hacía cada vez más difícil reunir lo necesario para seguir ganando la calle y cumplir con diversas obligaciones.

Los apristas y proapristas más notorios que escribían en el diario eran Víctor Tirado, Laureano Carnero Checa, Pablo Truel, Jorge Moral y otros, y todos ellos se movían en la idea de que el turno en el partido de la estrella, que ya se insinuaba como posible ganador de las siguientes elecciones, le correspondía a los intermedios y no a los jóvenes ambiciosos por saltarse las etapas.

El efecto se sintió entonces bajo la forma de varias columnas de un diario supuestamente independiente, convertidas en parte de la campaña interna de un partido político. Y todos los columnistas estaban contra García.

Varias veces conversé con Tirado, quien fue un tiempo presidente de la cooperativa y me dijo que Alan estaba pecando por vehemencia y atropellando a dirigentes de trayectoria. Eso era lo que se decía en sus escritos que por supuesto no lograron ningún resultado.

CARA A CARA CON GARCÍA

El aniversario de la cooperativa se hizo después de la victoria de Alan García para la secretaría general aprista y lo tuvo como invitado especial. Fue la primera vez que nos vimos cara a cara y la única en que estuvimos juntos en un rol de oradores. Fue ese día que aprecié su poder para improvisar y la cantidad de afirmaciones vacías con las que podía arrancar aplausos.

No sabía, sin embargo, que en ese mismo año volvería a encontrarlo en una reunión en un conocido restaurante de Miraflores organizada por un amigo que estaba cercano a Alva Castro, para conversar sobre la crisis que había comenzado en la cooperativa por las crecientes dificultades económicas que exasperaban los enconos políticos.

Todo nos conducía a un choque y ruptura, en medio de acusaciones mutuas. Nosotros decíamos que los apristas estaban sectarizando el diario y haciendo caer sus ventas; ellos, que nosotros realizábamos una mala administración y distribución del diario.

Recurrí a García creyendo que podía mediar y favorecer un apaciguamiento. Pero luego de oírme, su pregunta fue directa:
—¿Y quiénes son los del APRA en el diario?
—Tirado, Moral, Truel, Laureano…
—¿Esos?, ¿esos?, ¿y quieres que hable con ellos? Si no sirven para nada. Representan el prialelismo, la conciliación. Bótalos. Tienes todo mi apoyo.
—Pero Alan, esto es serio…
Ya había acabado la conversación, que no sirvió para nada. En noviembre del 83, “El Observador” se dividió en dos sectores y hasta tuvimos dos diarios durante casi dos meses. Luego se formó el diario “Hoy”, con los que habían salido de la cooperativa, que se convertiría en impulsor abierto de la campaña de García hacia la presidencia.

El 85, García ganó las elecciones y Tirado se convirtió en su secretario de prensa, Truel fue miembro del directorio de “El Peruano” y de la televisora del Estado; y los demás también se acomodaron. Los que no servían para nada, se pusieron al servicio de García, al que habían considerado un bisoño ambicioso.
Jamás respondió ante la justicia
EL PRIMER GOBIERNO

Los días de la juramentación de García los pasé en Cuba, en una reunión internacional sobre la deuda externa y, al volver a Lima, encontré que había desatado una fiebre de entusiasmo por los anuncios de 28 de julio.

El recorte del pago de la deuda a 10% del valor de las exportaciones, el desistimiento de la compra de una parte del lote de aviones de guerra Mirage para destinar el dinero a otros fines, el programa de apoyo al sector agrario más empobrecido, el combate al narcotráfico, levantaban ilusiones. Luego vendría la anulación de los contratos petroleros.

Estábamos llenos de anuncios impactantes que en su mayor parte fueron solamente efectistas y en otros ocultaron operaciones dolosas como en el caso de los aviones.

Quién no le creía al locuaz mandatario de 36 años era el parlamentario izquierdista Carlos Malpica, que conocía al APRA por dentro y al tipo de dirigente que personificaba García. Tuve ocasión de colaborar con él en la investigación de los nuevos contratos petroleros que me enseñó como se puede repudiar un entreguismo para instalar otro.

En junio de 1986, ocurriría la masacre de los penales y las mentiras y medias verdades de Alan García se envolvieron en sangre. A casi un año de su primer gobierno, el presidente que había desatado tantas esperanzas entraba en un círculo de violencia militarista que había criticado a su predecesor.

En 1987, sorprendería al mundo al anunciar la estatización de la banca que nunca se produjo pero que empujó a una brutal polarización política. Entre 1988 y 1990, el Perú se desbarrancó en la hiperinflación y la recesión, que abrió el camino al autoritarismo de Fujimori.

CONGRESO ACUSA A GARCÍA

Entre 1990 y 1991, Alan García fue acusado ante el Congreso de los delitos de homicidio agravado (caso de los penales), del que fue salvado con los votos fujimoristas, y enriquecimiento ilícito, del que fue acusado ante la justicia.

En abril de 1992, Fujimori dio un golpe de Estado, cerró el Congreso y entre otras decisiones autorizó a García a abandonar el país con destino a Colombia, que le ofreció asilo.

Durante nueve años vivió entre Bogotá y París, en donde se hizo de varias propiedades. Nadie sabe quién le pagó esos años de vida muelle en el exterior y ese incremento de patrimonio.

Pero en Lima siguieron adelante diversas investigaciones que lo comprometían: una gruesa coima por las obras del tren eléctrico, denunciada por el funcionario italiano que le entregó el dinero; una acusación de uso indebido de las reservas internacionales, colocadas en un banco mafioso, por lo que fueron a la cárcel el presidente y el gerente de esa entidad financiera, y en la que se conocieron documentos y correspondencia que comprometían a García Pérez con la operación.

También era investigado el caso de los dólares MUC subvaluados que fueron entregados a los amigos del gobierno y que sirvieron para comprar acciones en Canal 13 y otras empresas a favor de García; las denuncias sobre la triangulación para el traspaso de los aviones Mirage no comprados a traficantes árabes de armas, etc.

LAS PRESCRIPCIONES
 
A comienzos del 2001, hubo un arreglo secreto para limpiar a García y permitirle regresar para participar en las elecciones que finalmente perdió con Toledo. Todas las investigaciones en su contra, más las acusaciones del Congreso, fueron declaradas prescritas.

De la mano con Ricardo Letts, intentamos levantar un último obstáculo judicial contra el expresidente exigiendo al Ministerio Público que lo acusara por la matanza de los penales a 15 años de esos terribles sucesos.

Fue en ese momento en que observé de cerca como actúan los fiscales para proteger un sistema político del que García es pieza clave. El día en que el denunciado fue llamado a declarar llegó con una portátil que ingresó al despacho y gritó todo lo que pudo en defensa de su jefe.

Al día siguiente, el fiscal mandó al archivo un expediente de casi mil páginas, en el que figuraban hechos nuevos que probaban que la orden de la matanza salió de Palacio, con declaraciones de diversos testigos.

Como le ha ocurrido siempre, García salió del despacho fiscal seguro de su condición de intocable, que ha vuelto a manifestarse en los últimos años ante las esforzadas investigaciones de la Megacomisión.

FUERA DE LA ACTIVIDAD POLÍTICA
Nunca trabajó realmente
 hombre de la suerte y la impunidad que ha ocupado el centro de la política peruana por treinta años tiene varios rasgos que no deben olvidarse: nunca trabajó realmente fuera de la actividad política que desarrolla desde que era universitario; nunca explicó como se ha convertido en uno de los hombres más ricos del Perú, con solo los ingresos que percibió en condición de presidente, exmandatario y parlamentario; nunca estuvo sentado frente a un juez o un tribunal a pesar de haber sido investigado por un sinnúmero de delitos; nunca tuvo el menor remordimiento por aquellos de sus subordinados que tuvieron que pagar con la cárcel y el desprestigio por hechos delictivos que jamás hubieran podido producirse sin su participación; nunca se arrepintió de decisiones suyas que trajeron muerte y dolor, como lo de los penales y lo del baguazo. Ese es García. ¿Qué les parece?

2 comentarios:

  1. Que Alan Gacía es un megalomano amante del dinero es algo que todos los peruanos, incluidos los apristas, sabemos. Situación que los medios de comunicación prefieren, por conveniencia, disimular; y, también por conveniencia, muchos peruanos callar.

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  2. Y ESO QUE FALTA QUE COMENTEN SU SEGUNDO GOBIERNO, ESTE DELINCUENTE DEBE SER PRESIDENTE PERO DE LURIGANCHO, PIEDRAS GORDAS, ETC, PERO NO DEL PERÚ.

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