Ocurrió en 1920, y ha seguido ocurriendo en el Perú.
El calabozo es una forma de aislamiento penitenciario que se aplica por
algunas horas o días a los reos que han estado observando mala conducta.
Luego de ser conducido a la cárcel de Trujillo, César Vallejo fue
llevado a un calabozo que llamaban el “infierno”. Este innecesario trato
le era inferido para humillarlo y ponerlo cerca de un preso que
intentaría matarlo.
Muy decaído, pero sin perder la dignidad, salió de allí el poeta tres
días después. El alcaide le pedía que presentara sus generales de ley.
—Usted me debió ser presentado apenas llegó a la cárcel. ¿Dónde dice que lo han tenido?
—En el infierno.
—¿En el infierno? Ya averiguaré quién recibió dinero para ponerlo allí.
Pero, señor Vallejo, usted está equivocado. Eso que usted llama el
“infierno” es, en realidad, un calabozo, o algo mejor que eso. Lo
llamamos sala de meditación.
Ocurrió en 1920, y ha seguido ocurriendo en el Perú. El calabozo es
una forma de aislamiento penitenciario que se aplica por algunas horas o
días a los reos que han estado observando mala conducta. Si ese régimen
se prolonga, entra dentro del concepto de “tortura” tal y como lo
entiende la Convención de las Naciones Unidas.
En nuestro país, no solamente existe el calabozo sino que hay seres
humanos encerrados en él durante más de 20 años. A todo esto se añade
que se encuentran en la base militar de una isla que no fue diseñada
como centro penitenciario, y que sus familiares sufren duras
restricciones para poder visitarlos. La madre de Víctor Polay murió hace
unos meses luego de haber sido el rostro que él podía ver unas cuantas
veces en el año.
Todo esto es inhumano y degradante. Así lo han entendido los jueces
Óscar Sumar Calmet y Julio Biaggi Gómez, quienes ordenaron el traslado a
un penal del INPE para Víctor Polay Campos, Miguel Rincón Rincón y
Peter Cárdenas Schulte y Óscar Ramírez Durand.
Satanizados por toda la prensa e incluso amenazados, los jueces han
ratificado su sentencia y han defendido la capacidad que tiene todo
tribunal -y no los periódicos ni los otros poderes del estado- de
interpretar la ley con justicia.
De forma increíble, el defensor del pueblo ha dicho que es sumamente
peligroso poner a esos presos en un penal común. Por supuesto que eso no
es cierto. Personas que llegan a la tercera edad luego de haber sufrido
tan feroz aislamiento están muy lejanas de parecerse a un Rambo.
Como lo han señalado los especialistas, en condiciones de aislamiento
prolongado se produce primero la desocialización o la pérdida de
capacidad para relacionarse con la gente. Los prisioneros pueden perder
incluso las capacidades de verbalizar oralmente o de distinguir los
colores. La falta de contacto humano puede suponer la pérdida de la
capacidad táctil o el sentir cualquier proximidad como una amenaza En
definitiva, los efectos del aislamiento suponen una paulatina
destrucción de la persona humana y son una agresión permanente contra
aquella y un escarnio contra la misma condición humana.
No. El defensor del pueblo no los teme. Lo que ocurre es que quiere
sumarse a quienes reclaman venganza. Quiere evitar que lo confundan
porque, al fin y al cabo, una sociedad que tortura obliga a tener
personas que aceptan, que se acobardan o que fingen no saber lo que está
ocurriendo. Lo curioso es que no es ésta la misma regla con que se mide
al Sr. Fujimori, autor de crímenes contra la humanidad. ¿Es él otra
clase de terrorista con quien veladamente debemos estar de acuerdo?
Sé que es impopular e incluso peligroso pensar en el Perú de esta
manera, y sobre todo expresarlo. Debería sentir miedo. Más miedo me da,
como cristiano, el ser preguntado mañana por el más alto de los jueces
si en los días de mi vida fui compasivo, y por lo tanto bueno, y si me
sobrepuse a las amenazas y aprendí a ser valiente, hombre libre y de
buenas costumbres.
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