domingo, 2 de noviembre de 2014

ESTADOS UNIDOS: PRINCIPIO DEL FIN DE SU HEGEMONÍA

Escribo con regocijo por la paliza número 23 propinada a Estados Unidos en la ONU con la condena universal de su ilegal e inmoral bloqueo a Cuba. Tengo la certeza que el bloqueo terminará más temprano que tarde, no de un día para otro sino como un proceso gradual. Como también la tengo sobre la ya inevitable declinación de la hegemonía de Washington, aunque este no se resigne a aceptarlo y conserve una gran capacidad de hacer daño.

Con la disputa por la hegemonía tenían que ver mucho las elecciones suramericanas de las últimas semanas. Una victoria de la oposición neoliberal en Bolivia, en Brasil y en Uruguay habría significado un enorme tanto a favor de la hegemonía yanqui. Afortunadamente, en los tres casos ocurrió lo contrario.
Pero aún con la resplandeciente victoria lograda por Evo y el MAS en Bolivia y el ya prácticamente seguro triunfo en segunda vuelta del Frente Amplio de Uruguay con mayoría en ambas cámaras, una derrota del PT y su abanderada Dilma Rousseff en Brasil hubiera sido una verdadera catástrofe para las fuerzas populares de Nuestra América.

Sin Brasil es inconcebible el proyecto de unidad e integración que tuvo en Hugo Chávez su más destacado impulsor pero que no hubiera podido cuajar sin el pleno apoyo y cooperación de Lula da Silva y todo el peso regional e internacional del gigante sudamericano.

Ello explica que a la reelección de Dilma se haya opuesto tenazmente una poderosa coalición integrada por sectores muy belicosos del capital financiero internacional y sus voceros más connotados como el Financial Times, The Economist, The Wall Street Journal, además de las grandes empresas brasileñas y su oligopolio mediático aliado que, como denunció el teólogo Leonardo Boff crearon una “tormenta perfecta” para impedir la continuidad de la gestión del PT. Además del sabotaje económico, apelaron a las tretas más inmorales.

En una acción abiertamente criminal y golpista, la cereza del pastel la puso el semanario Veja en su edición de vísperas de la elección. Puso una vil calumnia contra Lula y Dilma en portada, no sustentada en la nota de páginas interiores y adelantó en 24 horas de su circulación para que los otros medios oligárquicos como O Globo –también golpistas- pudieran difundirla viernes, sábado y el mismo domingo electoral. Pero no les funcionó.

Los gobiernos de Lula y Dilma han conseguido extraordinarios logros sociales que han dignificado la vida de decenas de millones de brasileños entregándoles mayores ingresos y por primera vez acceso a la salud, la educación y al servicio de agua y luz. Pero no han podido abarcar en doce años toda la enorme deuda social de uno de los países más desiguales del mundo ni realizar trasformaciones estructurales de fondo. El PT también reconoce que necesita un profundo análisis autocrítico.

Es evidente que para acometer las trasformaciones que se necesitan, como la reforma agraria y la democratización de los medios de comunicación no basta con las alianzas parlamentarias que le han permitido al PT gobernar hasta ahora.

Dilma se ha comprometido a dar la batalla por una Asamblea Constituyente y una reforma política, que no solo adecentaría la democracia representativa sino abriría las puertas a una mayor participación popular, decisiva para impulsar las reformas que están pendientes ahora frente a una derecha y una oligarquía golpistas y cargadas de un odio enfermizo y visceral. ◘

Ángel Guerra Cabrera
La Jornada, México

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