miércoles, 9 de mayo de 2012

"ASÍ MATARON A MI HIJO"

La sublevante historia del capitán EP Germán Parra del Carpio, asesinado por Sendero en febrero pasado. Su padre tenía que enviarle desde pasta de dientes hasta medicinas, pasando por afeitadoras y botas de jebe. En la base donde fue herido – la Unión Mantaro – no había un solo médico.
El 16 de febrero del 2012 el capitán Germán Parra del Carpio, jefe de la Base Militar Unión Mantaro, una de las más hostigadas por los senderistas en el VRAE, fue asesinado de un balazo cuando reconocía una zona de emboscadas. Su padre, el mayor en retiro Germán Parra Rojas, contó a este semanario las precariedades logísticas y económicas padecidas por su hijo y por todos quienes sirven, armas en mano, en el VRAE.
Sus declaraciones revelan lo mal que trata el Ejército a su tropa y la desmoralización que cunde en los efectivos que, a diario, arriesgan su vida en esa zona de guerra.
"La inteligencia es muy limitada. No se puede infiltrar a una persona porque es una zona aislada donde sólo hay narcotraficantes. La información de los agentes de inteligencia y colaboradores pasa primero por el puesto de comando pero nunca reaccionan con rapidez. Mi hijo hizo capturas. En la última recuperó 10 fusiles gracias a la información de moradores. Pero muchas operaciones se frustran.
Mi hijo participó el año pasado en una abortada captura de 'Alipio'. Me contó que, mientras estaban haciendo un cerco, los helicópteros llegaron antes alertando a los senderistas. El Ejército no tiene colaboradores eficaces, tiene informantes a quienes a veces se les paga regalándoles víveres que sobran de las bases o medicinas", dijo el padre del capitán.
Agregó que mensualmente le enviaba lápices, borradores, papeles y otros útiles de escritorio. "Parte de eso lo entregaba mi hijo al colegio para sacar información. Además, le enviaba hojas, calcas y tablillas para que elabore actas cuando destruía pozas de maceración o para que hiciera sus relevos", dice. Las carencias son patéticas. "El Ejército tampoco les da material de aseo. Cada mes le enviaba jabón, pasta de dientes, papel higiénico, champú.
También galletas, caramelos, pilas para linterna, detergente, baldes vacíos, dvd con películas, repelentes, poncho, uniformes, medicinas contra los hongos, afeitadoras y botas de jebe para la lluvia. El Ejército le daba unas que no eran de su talla", contó con indignación el mayor.
El capitán Parra también le contó a su padre lo mal preparados que están nuestros soldados en el VRAE. "Mi hijo me contó que había detectado a soldados que habían ido al VRAE con un solo ejercicio de tiro. Mi hijo se convirtió en el instructor de los soldados de la base. Les enseñaba a patrullar y capacitaba personalmente a cada sargento en tiro. Yo le mandaba desde Lima blancos con las siluetas para que practiquen los tiros, clavos y cintas adhesivas", narró entristecido. Su padre también le envió sacos vacíos, agujas de punta roma y rafia para que armaran sacos de tierra y los usen como parapetos en las bases. "Es increíble que las bases no estén fortificadas con cemento.
Las bases son de madera con módulos prefabricados de aluminio. Las Fuerzas Armadas llevan más de seis años en el VRAE y mantienen bases temporales. Ni siquiera están resguardadas con suficientes sacos de arena. Por eso los senderistas hostigan las bases", agregó el padre.
El mayor retirado relató también que no todas las patrullas cuentan con sistema radial de repuesto. Cuando se averían los transmisores, muchas veces se comunican por celular, RPM o celular satelital. Durante las últimas elecciones, varias patrullas salieron sin radios. El capitán de la patrulla emboscada en Vilcabamba no tenía radio, sólo un RPM, pero en el lugar no había señal. El ataque se supo horas después", dijo. Remarcó que cada patrulla tiene como máximo dos visores nocturnos y térmicos cuando lo ideal es que cada miembro de la patrulla tenga uno. El padre se quejó también de que el Ejército entrega fusiles a los soldados pero les niega una pistola. "Si la tienen es porque se la compran", agregó. También lamentó que la asistencia médico-quirúrgica esté centralizada en Pichari. "La Base Unión Mantaro, que también es un puesto de comando, sólo tiene un enfermero. Si hubiera una emergencia los heridos tendrían que ser trasladados hasta Pichari. Se deberían instalar policlínicos móviles por lo menos en los puestos de comandos", recomendó.
Una fuente militar agregó que el capitán Parra también tenía problemas en el abastecimiento de víveres. "No le mandaban lo que pedía, la carne enviada se malograba porque no contaban con sistema de refrigeración. A veces no mandaban las raciones para 15 días. Debería investigarse a los oficiales de intendencia del Ejército. Algunos tienen bienes a nombre de terceros", dijo la fuente. El padre del capitán sólo guardó silencio y pidió que, de ser cierto, se investigue el hecho.
El mayor Parra también dijo que en el VRAE urge un satélite de observación y equipos de radiogonometría para ubicar señales radiales y a los terroristas. "Yo usaba esos aparatos en Ayacucho en 1983 pero aquí no los emplean o es que tal vez no los saben usar", agregó.
Para el Estado, la vida de un militar vale apenas 15 UIT, menos de 50 mil soles. Eso es lo que recibirán los deudos del capitán Parra. Ese monto no ha variado desde 1984. "Mi hijo ganaba un sueldo de capitán de 1.300 soles. Era el jefe de la base y recibía el 25% más y mil soles de bono por estar en el VRAE. Pero el soldado de la tropa gana solo 160 soles más la bonificación de mil soles. El nivel de vida en el VRAE es carísimo porque tiene una economía regida por el narcotráfico. Una gaseosa chica cuesta diez soles y un paquete de galleta 4. La pensión por su muerte sólo será de 1.400 soles. De ese monto su viuda recibirá la mitad y el resto lo cobrarán sus hijas de 1 y 2 años cuando cumplan la mayoría de edad", dijo el padre del capitán.
Parra lamentó que su hijo sufriera por no tener dinero. "llegaba a lima sin plata y deprimido. El resto de la tropa estaría peor. En ir y venir del VRAE gastaba 300 soles. Yo le pagaba sus pasajes de regreso y le recargaba su celular con 40 soles para que se comunique con su familia. El Ejército debería trasladarlos a Lima cuando les toca descansar. Recién en noviembre le dieron una casa de servicio en la Villa Militar, pero su viuda la deberá dejar dentro de poco. Sin embargo, hay generales en retiro que permanecen allí pese a que la permanencia máxima es de cinco años. Allí deberían vivir las familias de los combatientes en el VRAE. Hasta el final lo apoyé con dinero. Lo comprendía. Yo también fui militar", dijo con resignación.
"A pesar de las limitaciones y el sacrificio, mi hijo estaba contento en el VRAE. Siempre le decía: misión cumplida. Su muerte se produjo luego de haber reparado una bocatoma de agua que los senderistas tapan frecuentemente para emboscar a los militares. Dos oficiales murieron antes que mi hijo. Dirigió a la patrulla por otro camino y advirtió que había una zona de emboscada. Cuando estaba reconociendo el lugar le dispararon. La bala le cayó en el hombro y luego le destrozó los dos pulmones. Su asesino estaba a sólo 20 metros. El ataque fue a 350 metros de la base", narró conmovido.
El padre dice que el asesino de su hijo fue un sicario de los narcotraficantes porque su hijo destruía pozas de maceración. "Los pobladores le pidieron que no las destruyera porque habían invertido mucho dinero. Cuando mi hijo estuvo en la base de Canayre, la policía capturó a una persona que estaba ofreciendo pagar seis mil dólares a quien le brindara señas de mi hijo. Por eso lo cambiaron de colocación", agregó. Extraoficialmente se sabe, por una comunicación radial interceptada, que, luego del ataque, "José" le reclamó a "Alipio" por las armas pero este solo contestó: "Será en otra oportunidad porque la patrulla reaccionó".
En noviembre pasado también murió un teniente en la misma base cuando estaba almorzando. "Falleció por culpa del mayor de la base que no patrulló e informaba que sí lo hacía. Permitió que los terroristas se acerquen a 50 metros de la base. Hizo el parte como que murió en un patrullaje pero no fue así", continuó. Contrariamente a lo que se creía, el capitán no tenía puesto su chaleco antibalas cuando murió. ''Yo le regalé uno de tipo IV pero no lo usaba porque nadie más en la tropa lo tenía. Me contó que los soldados recibieron tres mil chalecos pero los replegaron absurdamente. El error fue no haber instruido a los soldados en el uso de los chalecos. Los chalecos lIlA resisten disparos de pistolas y defienden de esquirlas de granadas. Los de tipo IV defienden de fusiles pero pesan 12 kilos, imposible de llevarlos en patrullajes", dijo.
El capitán Parra tenía una gran proyección y una estirpe militar. Fue nieto del general de División en retiro Germán Parra Herrera, hospitalizado desde que se enteró de la muerte de su nieto preferido. Su preparación militar empezó a los 7 años. Sabía usar explosivos y podía disparar un fusil de pie y una pistola con una mano. Fue capitán de Caballería y él mismo eligió ir al VRAE dejando la Brigada de Fuerzas Especiales.
Estuvo en las bases de Canayre, Corazón Pata, Vizcatán y Unión Mantaro. Su padre no pudo darle su regalo por su cumpleaños número 32: una pistola Browning y un puñal.

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