domingo, 29 de julio de 2012

PARA LOS QUE AÚN CREEN EN LAS ENCUESTAS

LA PRIMERA encuestadora que funcionó en el Perú, la inventaron, mi apreciado amigo Genaro Delgado Parker, el polifacético hombre de teatro Juan Ureta Mille y un señor apellidado Uriarte,que posteriormente saltó al ruedo, inaugurando “Los Índices U” de opinión pública.

César Augusto Dávila

César Augusto Dávila

Poco después, florecería otra empresa similar, cuyas siglas POP, eran interpretadas por Don Jorge “El Cumpa” Donayre, como “Pague o Pierda”.

Naturalmente, los procedimientos “científicos” de estos “sondeos” de intención, se limitaban a ciertas charlas de café en el “Berisso”, en las cuales, solía intervenir Don Raúl “El Gordo” Villarán, que aparte, tenía dos índices particulares, que usaba para presionar a “los big shots” de los medios de comunicación, a fin de que obraran de acuerdo a sus geniales caprichos.

Dichos “estudios” se denominaban “El de los Más Inteligentes” y “El de los Más Poderosos”.

No hace mucho, cuando le recordé a Don Genaro estos detalles, se limitó a sonreír muy a su estilo y me comentó que él solo le llevaba el amén al Gordo, “como una manera de divertirse”.

El cuento de las encuestadoras, intentaba ser una copia fiel y exacta del famoso “Gallup Institute” de los Estados Unidos, que suele ser muy acertado al calificar el posicionamiento de marcas de detergentes, dentífricos y hasta papel higiénico, pero ha fracasado clamorosamente, y más de una vez, en sus intentos de predecir el resultado final de las elecciones presidenciales.

Hasta hoy, las imitaciones sólo siguen siendo muy sinceras expresiones de la admiración por el original. Y el resto es cuento. ¿O a Ud. lo han encuestado alguna vez?

Cuando alguien me pregunta la razón de mi falta de fe en las encuestas y “cuenteadoras”, me remito a una de las tantas “gracias” que solíamos hacer en la inolvidable sala de redacción de “Última Hora”, allá por los 60’s, cuando aun no nacían a la fama, Torrados, Saavedras, ni gordas Giovannas.

Los más “graciosos de la colle” –o sea los “cabeceros”- publicábamos cada cierto tiempo, una modesta columnita titulada “Dice la Calle”, elaborada, gracias al destaque de algún joven redactor que estaba pagando piso y un fogueado reportero gráfico.

Ambos se apostaban a mitad de la calle Baquíjano, en la cual domiciliaba el diario de mis amores y muy sueltos de huesos, arrinconaban a transeúntes de todos los pesos, preguntándoles-foto incluida- su opinión, acerca de asuntos tan tremendos como el sexo de los ángeles, el cambio de ubicación del volcán Misti o la pena de muerte.

Los resultados de esta acriollada “encuesta periodística” llegaban a la mesa minutos antes de la última nota y, naturalmente, eran sometidos a la “sabia interpretación”, de manera que los opinantes callejeros, debían contentarse con ver su fotiche en el diario favorito y, caballero nomás, reírse un poco de las cosas que les hacíamos decir.

De manera que después de esta temprana experiencia de mi carrera periodística, ¿les parece a ustedes que yo pueda, o deba creer en las encuestas made in Chollywood?

Otra nota son los “focus groups”- con los cuales se ganan un buen bille las agencias de publicidad que, si supieran cómo se vende un diario, hace rato que hubieran empezado a fabricar el suyo.

En uno de los más recientes “focus”, celebrado cuando yo dirigía un diario popular, pregunté previamente a los “barras bravas” convocados a opinar, (en realidad iban por la gaseosa, los bocadillos y veinte mangos), si habían visto o leído el diario en cuestión. Y la respuesta fue que jamás lo habían atisbado siquiera. Y sin embargo, opinaron pues, y los financistas pagaron por este desaguisado.

Suma y sigue. Al poco tiempo y atendiendo la docta opinión de un accionista de la empresa, se “realizó una encuesta”, a fin de averiguar qué secciones del diario leía más el “populorum”.

El resultado fue que las hordas incontenibles del malevaje, leían –cáiganse de risa, amables lectores- “la página cultural”, que el recordado periódico, no tuvo, tiene, ni tendrá jamás.

La explicación de estos curiosos eventos que recordaré por siempre, habría que buscarla en las sabias sentencias de mi entrañable –y ausente - amigo “Mortimer”: “pa’cojúo no se estudia”. Y: “a la gente, le encanta que la cojudeen”.

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