Basta revisar la historia de las relaciones entre el Perú y Chile para convencernos de que el país sureño jamás aceptará ni ejecutará el fallo de La Haya, si es que es favorable a nuestro país. Por eso no podemos creer a Piñera ni a Bachelet cuando proclaman a voz en cuello que se comprometen a acatar dicha sentencia.
Por el Tratado de Paucarpata, para salvar su ejército acorralado y a punto de ser aniquilado por Santa Cruz, Chile se comprometió a no intervenir más en los asuntos internos de la Confederación Perú-boliviana. Pero volvieron y destruyeron dicha confederación. Por el Tratado de Ancón se comprometieron a realizar un plebiscito sobre Tacna y Arica. No respetaron ese acuerdo y, mediante argucias prepotentes, se quedaron con Arica. También se comprometieron a construir un malecón de atraque en la bahía de Arica, para uso exclusivo del Perú. Incumplieron dicho tratado y solo entregaron un muelle que hoy está abandonado, porque el Perú no "goza de la independencia propia del más amplio puerto libre", como estipulaba el Tratado de Lima. Tampoco ha respetado Chile el hito Nº de Concordia, el cual ha sido removido de su posición original. Y así podríamos seguir enumerando las tinterilladas y prepotencias de los gobernantes chilenos.
¿Qué nos hace pensar que esta vez aceptarán el fallo de La Haya, si es que éste no les favorece? No sigamos pecando de ingenuos. Históricamente Chile sólo ha entendido el lenguaje de las armas y sólo tiembla cuando otro país está mejor armado que ellos, como en tiempos de Velasco. Seguirán reteniendo ese territorio marítimo y explotando su riqueza ictiológica, mientras que los gobernantes peruanos continuarán, también, con sus interminables e inútiles jeremiadas, pero "sin enojar a los chilenos", como diría el sospechosamente descendiente de chilenos, Alan García.
Chile respetará los tratados cuando pongamos en ejecución la premonición de Castilla: "Si Chile construye un barco, el Perú debe construir dos". Digan lo que digan los "peruanos" para quienes la palabra patriotismo equivale a una mentada de madre.
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