HONG KONG NO FESTEJA.
El 1 de octubre de 1949 se proclamó la República Popular China. El balance es muy favorable. Sin embargo en la zona especial de Hong Kong hay protestas estudiantiles que rechazan el socialismo.
El 1 de octubre de 1949 se proclamó la República Popular China. El balance es muy favorable. Sin embargo en la zona especial de Hong Kong hay protestas estudiantiles que rechazan el socialismo.
“Napoleón recomendaba andar en puntas de pie en Asia para no despertar a China, el gigante dormido”.
Las potencias querían adueñarse del mundo con el mayor sigilo, pero
en esa disputa por la dominación hicieron estrépito y guerras. Y en
medio de éstas y de revoluciones, con largas marchas y uncampesinado
pobre pero por eso mismo susceptible a una alianza con los trabajadores,
el gigante se despertó.
Y no era de las dinastías Ming ni Qing. China despertó en forma
democrática en 1911 con el doctor Sun Yat Sen, del nacionalista
Kuomintang, y a partir de 1949 con Mao Tsé tung y el Partido Comunista
de China.
En el medio hubo tremendas represiones, como la de 1929 por Chiang
Kai shek, del Kuomintang que cambió la línea democrática del fundador.
Los comunistas, una gota en el océano, viraron de las insurrecciones en
Shanghai a la guerrilla en montañas y zonas rurales. Y con esa
sapiencia, paciencia y perseverancia propias de una cultura de 5.000
años, de las cuevas de Yenán, en el Norte, emergió un ejército capaz de
poner en fuga a Chiang. Y éste pudo llegar, barcos norteamericanos de
por medio, a Taiwán, en 1949, cuando en la puerta de Tian anmen, Mao
proclamaba la Nueva China.
Una república de pobres, de pies descalzos, se largaba a andar a la
par de la Unión Soviética, que había hecho la revolución en 1917;
alrededor había ocho democracias populares tras la derrota del nazismo.
Con semejante bloque mundial, más la República Democrática Popular de
Corea en 1953, podía cambiar la correlación de fuerzas mundial frente a
Estados Unidos y sus aliados.
Esos sueños no pudieron materializarse, pero no quita que lo hecho
por el mundo socialista tuvo enormes méritos. Se siguen aquilatando en
países como China, que no mudó su condición, a diferencia de Moscú, que
implosionó, y los gobiernos del este europeo, que se vinieron abajo en
los ‘90.
Mao murió en setiembre de 1976. Los líderes chinos son de cuarta
generación, como el presidente Xi Jinping, con ideas y programas más
acordes a los tiempos. El objetivo número uno es el de siempre: dar de
comer, vestir y educar a 1.360 millones de habitantes. En esa tarea se
ha consumido la energía de generaciones de dirigentes, no siempre con la
misma línea política.
Eso sí, todos son orgullosamente chinos y militantes del PCCh fundado
en julio de 1921 por una docena de congresales que representaban a 48
comunistas en todo el país. En 2007 contaba con 71 millones de miembros,
que deben ser más luego que en noviembre de 2012 realizara su XVIII
Congreso Nacional y eligiera como secretario general a Xi.
LOS AVANCES
El socialismo en general y China en particular tienen sus detractores. Las campañas se hicieron más agresivas en los últimos años, cuando su economía fue en camino a desplazar a la estadounidense del primer lugar del podio mundial.
Siendo ese el blanco a batir, siempre vienen bien los aderezos
ideológicos, como que el país asiático no cumple con requisitos básicos
de democracia política por su rol de partido único y otras
argumentaciones que también resuenan en Latinoamérica y el Caribe contra
los gobiernos de Cuba y Venezuela.
El producto bruto interno de China viene aumentando, a tal punto que
en los congresos partidarios se pone como meta la cuadruplicación en
pocos años. En el último evento se planteó cuadriplicar en 2020 el
producto bruto de 2010; con la lógica que el fundador de la República ha
plasmado en su artículo “El viejo tonto que removió las montañas”, se
prevé que seguirán con metas tan ambiciosas como esa.
En el resto del mundo, no se consigue. En los países que dudosamente
se llaman “centrales”, no se crece a tasas chinas sino que, al revés, se
entra en forma veloz en recesiones, ajustes, desempleo, déficit, etc.
La ONU informó en 2013 que China había sacado de la pobreza durante
2012 a otros 23 millones de personas, sobre todo de las zonas rurales.
Fue el resultado de “diversos esfuerzos gubernamentales que incluyeron
destinar más de 48 mil millones de dólares a programas de desarrollo en
zonas atrasadas”. La tasa de pobreza en China es ahora del 10,2 por
ciento, una reducción del 2,5 por ciento en comparación con el año
anterior.
El presidente Xi y el primer ministro Li Keqiang prometieron en 2013
que en dos años más sacarán a 80 millones de personas de la pobreza, con
lo que ese drama quedaría básicamente resuelto. Para lograrlo tienen un
programa de 35 puntos del gobierno que prevé un incremento del salario
mínimo de un 40 por ciento, mayor inversión en educación y vivencia
pública, y un pago de un 5 por ciento más de dividendos de las poderosas
empresas estatales.
Como no solo del pan vive el hombre, o de arroz, hay que mencionar
otros logros. Un dato que hace a varios rubros de la ciencia, la
industria y la formación de una calificada mano de obra, es que China es
el tercer país en colocar astronautas en el espacio.
En nueve años pasó de su primera nave espacial no tripulada hasta la
primera caminata espacial, el 27 de septiembre de 2008. Antes había
mandado a su primer astronauta al espacio en 2003, a otros dos en 2005 y
la primera caminata espacial, donde el astronauta agitó la bandera roja
con las cinco estrellas. Luego fue la quinta misión tripulada desde
2003. Los descendientes de campesinos analfabetos asaltan el cielo con
las manos y con la nave Shenzhou, y vuelven invictos al desierto de
Gobi.
MOTINES Y SEDICIONES
Periódicamente se producen en China problemas políticos que no le llegan al tobillo a otros que se suscitan en otras partes del mundo, caso del genocidio de Israel contra los palestinos. Por razones obvias, los acontecimientos de Beijing son deformados, magnificados y explotados políticamente en su contra, en medio de acusaciones de ser una dictadura.
En junio de 1989 se produjo el putsch de Tian anmen, con un
movimiento estudiantil que portaba una réplica de la Estatua de la
Libertad. Fue ocupada la plaza con ánimo de derribar el sistema
socialista, al socaire de consignas democráticas.
El líder del PCCh, Deng Xiaoping, que distaba de las políticas más
radicales de la Revolución Cultural, definió lo sucedido: “ellos tenían
por objetivo derribar al Partido Comunista, derrocar el sistema
socialista y subvertir la República Popular para establecer una
república burguesa”.
El Ejército Popular de Liberación, estado de sitio mediante, recuperó
Tian anmen luego de días de enfrentamientos con muertos y heridos de
ambos lados. A contramano de la propaganda norteamericana, en la
conferencia de prensa del 6 de junio de ese año, Yuan Mu, vocero del
Consejo de Estado, declaró que “hubo más de 5.000 soldados y oficiales
del EPL heridos; más de 2.000 civiles heridos; la cifra de muertos según
la estadística inicial llega a cerca de 300 entre militares y civiles”.
Toda muerte es lamentable, pero los críticos de China le agregaban a
aquella cifra por lo menos otro cero, y mentían con que todos los caídos
eran estudiantes.
En noviembre de 1989, cuando la contrarrevolución logró voltear el
Muro de Berlín y la Alemania capitalista se anexó a la República
Democrática Alemana, se pudo comprender mejor la sedición de Tian anmen.
Querían anular la República Popular China, la que Mao había fundado en
ese lugar cuarenta años antes, y fracasaron.
Algo parecido, por ahora de menor escala, está sucediendo con el
estudiantado de Hong Kong. Está en pie de guerra contra las autoridades
de esa zona administrativa especial de la República Popular, a la que
regresó luego de muchos esfuerzos, el 1 de julio de 1997, tras haber
sido una perla en el collar de su majestad británica y plaza financiera
capitalista mundial.
China, con la fuerza y habilidad proverbial, pactó con Londres la
devolución de esa parte suya, admitiendo que por 50 años habría allí un
gobierno no socialista. “Un país, dos sistemas” fue la política
preconizada por Deng Xiaoping. Beijing ha cumplido su palabra, pero
lógicamente, en materia de zonas grises del acuerdo, busca lo mejor para
sí. En concreto, para las elecciones de la autoridad ejecutiva de Hong
Kong, que serán en 2017, quiere limitar a tres los candidatos,
preseleccionados de una lista, y que recién luego pueda votar todo el
padrón hongkonés.
Para los críticos del socialismo y apologistas del capitalismo,
aquella es una pretensión “dictatorial” y comunista. Sin ánimo de
defender a ultranza el criterio de Xi Jinping, el mismo está dentro de
las posibilidades de un gobierno central para que una zona importante no
caiga en manos de sus enemigos.
Lo que pasa es que para el grueso de ese movimiento estudiantil, como
para sus colegas de 1989 en Tian anmen, y como los ingenuos y no tanto
que ese año actuaron en Berlín, lo mejor es el capitalismo, sea
prusiano, renano, fordista, productivo, parasitario, nórdico,
neoliberal, buitre. Cualquiera les viene bien, por eso EE.UU les brinda
apoyo.
A ellos les duele que China soplara 65 velitas de socialismo. Al
BRICS, CELAC y buena parte del mundo les agradó ese cumpleaños porque
saben que es un límite a los ajustes y guerras del imperio.
Emilio Marín
El Ciudadano
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