sábado, 30 de enero de 2010

BOLIVIA: PROCESO AL ESTADO COLONIAL


por RODRIGO MONTOYA
La primera Constitución en el antiguo Alto Perú, fue redactada en Lima por Bolívar y sus amigos excluyendo completamente a los pueblos indígenas que entonces constituían el 90% del nuevo país. Lo que querían era formar un Estado nación con un territorio, una nación (los criollos), una lengua (el castellano), una religión (la católica). Ese ideal, aparentemente nacional pero profundamente unicultural, tenía poco o nada que ver con la realidad pluricultural del Alto Perú. Lo mismo ocurrió en Perú, Ecuador, México o Guatemala. Ese Estado, de moderno sólo tenía el nombre porque los criollos conservaron para sí todos los privilegios del Estado colonial español y no tuvieron en cuenta ninguno de los elementos democráticos que contenía el discurso europeo sobre el Estado moderno.

El artículo 1 de la nueva Constitución Boliviana, aprobada en 2009, sostiene: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. La diferencia entre ambas constituciones no puede ser mayor. Por primera vez en la historia, los indígenas bolivianos (65% de la sociedad total) se reconocen en esa Constitución; en otras palabras, la Bolivia oficial se confunde ahora con la Bolivia real.

Esta nueva Constitución reúne en el mismo razonamiento el viejo espíritu comunal de los ayllus con los planteamientos más avanzados del Estado moderno en cuanto a soberanía, representación y autonomías, y el horizonte de un socialismo libertario y humano. En la unidad de esos componentes se encuentra el formidable desafío de lo que podría ser un Estado plurinacional que acabe con el Estado colonial. Bolivia abre un proceso al Estado colonial, en el sentido preciso de un juicio para condenarlo y acabar con todas sus injusticias y miserias.

Haría bien la clase política peruana (salvo una o dos excepciones), en leer, aprender y discutir la naturaleza de ese desafío boliviano que comienza, y no persistir en la ridícula posición de no soportar a Evo Morales por indio, de no aceptar los resultados de las elecciones porque no ganan sus amigos y de huir de toda posibilidad de criticar al capitalismo, su sistema.

Burlarse de la “ropa inca” que Evo Morales se puso al jurar su cargo de presidente en el ritual andino aimara de Tyawanaku, es reproducir el viejo racismo de su Estado Colonial.

No será fácil acabar con el Estado colonial. El bello texto de una constitución en la que se depositan todos los sueños de igualdad y justicia, no es suficiente; es sólo un primer paso. No será fácil destruir las raíces profundas de la herencia colonial de quinientos años de exclusión e injusticia.

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