martes, 24 de noviembre de 2009

HAY QUE DENUNCIAR EL TLC CON CHILE

Un principio básico de las ciencias políticas y de la crítica de la economía política es que los “Estados no tienen amigos sino intereses”. Por ello, la red de espionaje descubierta en el Perú financiada por el servicio de inteligencia de Chile es una prueba más acerca de la necesidad de replantear la política del Perú hacia nuestro vecino del sur. No tiene sustento alguno la tesis sostenida por los últimos gobiernos del Perú, desde el ex presidente Fujimori hasta el actual del presidente Alan García, sobre “las cuerdas separadas” con Chile. Por un lado, mayores inversiones e intercambios comerciales, de otro lado, las diferencias políticas.

Es decir, los asuntos comerciales, financieros, los mayores intercambios de capital no se debieran contaminar con las diferencias políticas que pudieran existir, sean estas las controversias sobre la delimitación marítima y la Corte Internacional de la Haya, los posibles acuerdos sobre la limitación de compras de armas, la presencia del Perú en la Antártida, la migración y situación de miles de peruanos en Chile, la salida de exportación del gas boliviano, etc.

Lamentablemente, nuestros gobernantes demuestran una supina ignorancia sobre lo que ha sido la historia económica y política con Chile. No se trata de asumir posiciones de halcones o radicales nacionalistas. Se requiere aprender de la historia para no repetir los mismos errores. La economía y la política son consustanciales, de allí que los Estados desarrollan proyectos nacionales donde los intereses económicos de los capitales privados o estatales están subordinados a los intereses del Estado.

Para ello existe una ciencia reconocida como la Geopolítica que explica los intereses de los Estados y su capacidad de desarrollo, relacionando la población con los recursos naturales con los cuales está dotado cada país. Las proyecciones sobre las necesidades a futuro, los puntos críticos, los requerimientos de materias primas básicas, de alimentos y de energía resultan imprescindibles para el desenvolvimiento de las sociedades.

La versión más clara de los intereses geopolíticos serían por ejemplo la tesis del “espacio vital” de Adolfo Hitler que explican la Segunda Guerra Mundial, identificando el este europeo, invasión de Polonia y Rusia para el aprovechamiento de la riqueza de sus recursos naturales; los intereses estratégicos de los Estados Unidos de Norteamérica en el Golfo Pérsico con el objetivo de dominar las mayores reservas de petróleo y así ejercer su hegemonía mundial. Y, el interés geopolítico del Brasil de ser la potencia de América Latina.

¿Republiqueta?
En esa perspectiva, por historia las clases gobernantes en Chile, es decir, las élites políticas siempre han percibido al Perú como el “país rico” en recursos naturales, y el proyecto nacional chileno es convertir a ese país en el centro hegemónico político y económico de esta parte de la América del Sur. Lejos de ser una “republiqueta” nuestro vecino, es el país que tiene los mejores índices de desarrollo social y de bienestar, especialmente de salud y educación. De allí, que antes del 2015 se espera que sea reconocido como un país del primer mundo.

Se debe asumir la existencia de una continuidad histórica del proyecto nacional de Chile, desde Diego Portales, Domingo Santa María, Augusto Pinochet, Frei pasando por la presidenta Michelle Bachelet. No interesa si se es de derecha o tendencia socialista, el proyecto nacional de Estado está más allá de las directivas de los partidos. Mas como resulta obvio, los intereses nacionales tienen en las fuerzas armadas el soporte material para llevar a la práctica el principio de: “Por la razón o por la fuerza”

Por ello, cuando hacia los años noventa en el Perú se inició un irracional proceso de privatización de las empresas públicas, desde empresas mineras, eléctricas, lotes petroleros, empresas pesqueras, bancos, el dictador Augusto Pinochet en una reunión en Valparaíso con los empresarios expresaría una frase célebre: “Compren en el Perú que está barato”

Se refería a que las empresas chilenas podían adquirir en nuestro país empresas, activos, yacimientos equivalentes a una fracción de su valor. En razón de una indiscriminada privatización sin planeamiento estratégico se transfirieron empresas rentables muchas de ellas comprometidas directa e indirecta con capitales chilenos.

Los problemas con Chile debieran hacer repensar a nuestros gobernantes acerca de los intereses estratégicos del Perú, y revisar la suicida política de “cuerdas separadas”. Para empezar se debiera denunciar el Tratado de Libre de Comercio con dicho país mientras no se resuelva el diferendo marítimo.

¿Qué les exportamos?
Para los círculos empresariales de Chile, la denuncia del TLC es considerado como “un absurdo total”, así calificó el renunciado presidente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Alfredo Ovalle, acerca de las sugerencias provenientes desde Perú en cuanto a suspender el Tratado de Libre Comercio con Chile, a raíz del caso de espionaje.

En nuestro país, los representantes empresariales piensan lo mismo, incluso ministros de vocación liberal como los de Defensa, Producción, y Comercio Exterior y Turismo afirman que sería un error denunciar el TLC. Sin embargo, es tan amplia la soberbia de los dirigentes de Chile que nuestro país debiera mostrar fortaleza y hacerse respetar.

Sin embargo, un análisis del comercio desarrollado en los últimos años demuestra el carácter primario exportador de las exportaciones del Perú hacia Chile, a ello se suma la presencia de empresas de capitales chilenos que comprometen inversiones directas superiores a los 7,000 millones de dólares, al margen de las inversiones de portafolio, es decir de participaciones accionarias, en resumen la presencia de los capitales provenientes de dicho país resultan mayores.

El comercio con Chile es cada vez más desigual y asimétrico para nuestro país a pesar de los saldos favorables de nuestra balanza comercial en los últimos años. Resulta una curiosidad que el primer producto de exportación sea el molibdeno que entre el 2004 al 2008 ha pasado de los 259 millones de dólares a prácticamente 780 millones de dólares. Este mineral sirve para endurecer los metales principalmente el acero, y lo producen en el Perú dos grandes empresas mineras transnacionales la Southern Perú Copper Corporation (SPCC) y Antamina.

Estas exportaciones son necesarias para la industria chilena. Con aranceles o sin aranceles, igual serían demandadas. Es más, un análisis fino demostraría el peso que tienen las exportaciones mineras desde el Perú, básicamente lideradas por empresas transnacionales como SPCC -que tiene un acuerdo con la estatal chilena Codelco- y Antamina. Así, para el 2008 las exportaciones de materias primas provenientes de la minería (molibdeno, cobre, zinc, acero) representan más de 1,065 millones de dólares, que significó el 58% de las exportaciones hacia Chile.

En segundo lugar, destacan las exportaciones de los crudos pesados provenientes de la producción de la selva norte del Perú, en tal sentido las exportaciones de 392 millones en el 2007 y de 167 millones en el 2008 son efectuadas por la empresa argentina Pluspetrol Norte que opera los lotes 1-AB y lote 8. Estos crudos pesados son procesados en las refinerías estatales de ENAP de Chile, y se convierten en derivados ligeros como las gasolinas y diesel. Es más, parte de esa producción regresa al Perú en volúmenes superiores a los 7 mil barriles diarios de gasolinas y algo de diesel.

Mientras las exportaciones desde el Perú hacia Chile se concentran en productos mineros, crudos pesados más aceites y harina de pescado las importaciones provenientes de Chile destacan por su diversidad y mayor grado de elaboración. Así, se compran derivados del petróleo como el diesel 2, bobinas de papel, gasolinas de 90 octanos, nitrato de amonio que sirve especialmente como explosivo para la minería, agréguese sulfatos de potasio, frutas secas, vinos, fideos y harinas, celulosa, etc. Por ello, quien más perdería con la denuncia del TLC serían las empresas chilenas.

Por tanto, la denuncia del TLC con Chile y su sometimiento a la aprobación en el Congreso de la República resulta un imperativo de la historia, y los negocios privados deben subordinarse al interés nacional del Perú. En tal sentido mientras no se resuelva el diferendo por la delimitación marítima nuestro país debiera suspender la vigencia del Tratado de Libre Comercio. Es lo más digno que se puede hacer ante tantas provocaciones agresivas de nuestros vecinos del sur.

Por Jorge Manco Zaconnetti*
Colaborador

* Investigador UNMSM y Consultor.

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