viernes, 12 de febrero de 2010



Por Humberto Campodónico

Es muy importante la discusión actual sobre los sueldos y salarios de las FFAA y policiales, la misma que debería desembocar directamente la cuestión de fondo: la bajísima recaudación tributaria que tiene el Perú, lo que no le permite cumplir a cabalidad sus obligaciones salariales (gasto corriente), sino también con la inversión pública y con los programas sociales.

Pero el problema de fondo es que en el Perú se recauda muy poco. En los países de la OCDE, la presión tributaria promedio es 35% del PBI. En América Latina, según datos de la CEPAL para el 2005, la presión tributaria promedio (o los ingresos tributarios) es 17.5% del PBI, liderada por Argentina, Brasil y Chile, mientras que al final vienen Guatemala, Panamá y Haití (ver gráfico). Perú, con 13.8% está detrás de Honduras, República Dominicana y Nicaragua.

En el Perú solo se recaudó el 13.8% del PBI en el 2005 (en el 2008 se recaudó el 15.6% por el alza de los precios de los minerales, pero bajó al 13.5% en el 2009 cuando esos mismos precios cayeron). Tomemos en cuenta que cada 1% del PBI equivale a US$ 1,200 millones, lo que quiere decir que si recaudáramos 18.8% del PBI (como Chile), nuestros ingresos tributarios aumentarían en US$ 6,000 millones anuales.

El problema de fondo, entonces, es una reforma tributaria que nos permita llegar, progresivamente, al 18% del PBI (como lo planteó en el 2002 el Acuerdo Nacional). Eso implica poner impuestos a las ganancias extraordinarias de las mineras, el combate a la evasión tributaria del impuesto a la renta, el alza de los aranceles (rebajados unilateralmente por Carranza), la eliminación de muchas exoneraciones tributarias al sector financiero, entre muchas otras medidas.

Mientras eso no se haga, se seguirá discutiendo sobre cómo repartir una torta pequeñita, que es lo que lleva a la represión salarial permanente, tanto de las FFAA y policiales, como del sector público. Y a que existan fondos escasos para la inversión en infraestructura y los programas sociales. Pero esa necesaria discusión, que significaría que de verdad nos asumimos como Nación, no asoma por ningún lado.

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