sábado, 26 de junio de 2010

LIBERTAD PARA LA OBSCENIDAD

Por primera vez discrepo con el maestro Gargurevich. Porque en este tema hay que dejarse de rodeos e ir al meollo del asunto. ¿Por qué los canales de TV utilizan a la mujer desnuda (no me diga que sí usan calzón y sostenes) para su propaganda y los diarios chicha presentan en su carátula y páginas principales a mujeres desnudas en poses sugerentes ? ¿Y por qué en sus titulares siempre se refieren al chuculún, a la chulapi, etc. ? No me diga que son fotos artísticas o que a la gente hay que darle lo que le gusta.
La verdad desnuda es que de esta manera obscena despiertan la lascivia, el morbo y los bajos instintos de los lectores, para que compren esta basura. Me refiero especialmente a los niños que, al salir del colegio, se dirigen al kiosko más cercano para ver y leer toda esta pornografía innecesaria. Si no es el afán de lucro ¿qué otra motivaciòn explicaría esta conducta de los dueños y directores de esas publicaciones ? No contentos con hacer ese daño, los noticieros de TV, como si ellos no fueran causantes de estos delitos, hacen apología del crimen con lujo de detalles: violaciones, secuestros, suicidios, asesinatos.
¿Alguien se ha preguntado por qué ha aumentado tanto el ìndice de criminalidad en el Perú desde que la TV ha ingresado a los hogares ? La tan decantada autocensura de los medios de comunicaciòn jamàs ha funcionado. Hacen mal los periodistas - por defender su pan diario- en traer de los cabellos la libertad de prensa para oponerse a estas medidas. ¿Es periodismo la exhibición de obscenidades y pornografía ? ¿Es necesario recurrir a ella ? ¿Para eso piden libertad ? ¿Y los derechos de los lectores y de los niños dónde quedan ?
Alguna vez el señor Gargurevich elogiaba la calidad de los programas de Telesur. Pues bien, siendo asiduo televidente de ese canal venezolano, jamàs he visto que utilicen el cuerpo de la mujer para su propaganda, ni desnudos provocativos en sus programas. Esa es la TV que queremos quienes apoyamos que haya más control de los medios, pues ellos no tienen la voluntad de autoregularse.

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