domingo, 26 de septiembre de 2010

LA POBREZA EXTREMA EN LIMA METROPOLITANA


Por Farid Matuk

En el caso concreto de Lima Metropolitana, la pobreza monetaria (que mide la cantidad de dinero imprescindible para adquirir alimentos, vestuario, agua, gas y transporte) se habría reducido diez puntos, bajando de 24% en el 2006 a 14% en el 2009; mientras que la pobreza extrema (que mide la cantidad de dinero imprescindible para adquirir alimentos) se mantiene debajo del 1% con tendencia a la baja.

Pero, por otro lado, la pobreza alimentaria (término acuñado por el presidente García en una carta dirigida a El Comercio el 30 de julio del 2009), medida oficialmente como “déficit calórico”, da una imagen inversa de la realidad social de Lima Metropolitana.

Entre el 2006 y el 2009 no existió mejora alguna, sino más bien un leve deterioro al incrementarse de 16% a 17%, pero este año se incrementa a 24% en el segundo semestre.

La pobreza calórica tiene ventajas respecto a la pobreza monetaria. La primera es que toma como referencia al 100% de la población, y no a una fracción de la misma. La segunda es que no necesita imputar precios a los alimentos producidos por los hogares rurales porque solo mide calorías. Y la tercera es que las calorías de un kilo de papa son las mismas en todo el Perú mientras que el precio de un kilo de papas necesita ser deflactado espacialmente.

La última información disponible señala una inflación de alimentos de 4% en Lima Metropolitana entre enero y agosto de este año, mientras que la inflación general es del 2%. Por ello, aunque exista crecimiento económico, la inflación es el mayor enemigo de los pobres, al punto que ahora uno de cada cuatro habitantes no adquiere los alimentos necesarios para vivir.

De acuerdo con las cifras oficiales, la línea de pobreza extrema para el 2009 era de 154 soles, la cual es “suficiente” para adquirir una canasta básica de alimentos, y solo el 0.2% en Lima Metropolitana no tenía ese ingreso el año pasado. Igualmente, para el 2009 la línea de pobreza calórica era de 2,223 calorías, la cual es una necesidad biológica que no fue cubierta por 17% de habitantes de Lima Metropolitana en el 2009, y por 24% en el 2010.

A nivel de anemia, que es otro indicador biológico, se tiene una incidencia de 30% en los menores de edad entre 6 y 59 meses en Lima Metropolitana, mientras que en mujeres de 15 a 49 años la incidencia es de 23%. A nivel de desnutrición, que también es un indicador biológico, se tiene una incidencia de 8% para menores de 5 años, y para mujeres entre 15 y 49 años la incidencia es también de 8%.

Todo lo anterior colisiona con la cifra oficial de una pobreza extrema de 0.2% en Lima Metropolitana en el 2009, mientras que el hambre familiar, la anemia infantil y la desnutrición femenina tienen valores de 17%, 30% y 8%, respectivamente, para el mismo año.

Cuando se diseñaba el programa Juntos en Palacio de Gobierno, se encontró una debilidad fundamental en todos los programas sociales vigentes a esa fecha: estos carecían de un padrón nominal de beneficiarios verificables independientemente. El Vaso de Leche, los Comedores Populares y el Seguro Integral de Salud mantenían listas desorganizadas e incompletas de los beneficiarios, y este diseño es una invitación para el clientelismo político.

Para eliminar la pobreza extrema en Lima se debe empezar como en el programa Juntos: empadronando a toda la población beneficiaria de los programas sociales y entregando DNI a todos los miembros de los hogares beneficiarios. Esto permitirá excluir a los hogares infiltrados y poner fin al clientelismo político de los programas sociales, y de esta manera también se develará una vez más el engaño gubernamental de que la pobreza extrema en Lima Metropolitana es de solo 0.2%.

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