domingo, 4 de julio de 2010

CUANDO EL FUTURO NOS ALCANCE

El titular toma el nombre de una película que hace unas décadas alertaba sobre un futuro en el que la Tierra agotaría sus recursos naturales, por lo que viene al caso, por el tema que nos ocupa.

La escasez de gas licuado doméstico y de gas vehicular que este fin de semana sufren Lima y otras ciudades, además de ser en sí preocupante aunque sea sólo coyuntural, como sostendrán con la letanía de siempre las autoridades, puede ser un adelanto del triste futuro que al país le espera si el gobierno no retrocede, por sentido común y patriotismo, en el desacertado y poco transparente empeño de permitir y auspiciar la exportación del gas de Camisea, el último gran recurso energético de los peruanos.


La angustia de las amas de casa ante cualquier aumento de precio del gas doméstico, la tensión de los choferes de taxi cuando no encuentran gas vehicular en los grifos, son sólo una pálida versión de lo que vendrá cuando el gas se termine, más pronto de lo que quisiéramos, de continuar la suicida exportación de una parte considerable del gas de Camisea, para que sirva al desarrollo y al potenciamiento, casi con seguridad, de un vecino históricamente poco amistoso.


Independiente de los poco consistentes argumentos con los que el gobierno, para beneficiar a las transnacionales que se llevan el gas, nos quiere convencer de que tenemos gas en abundancia y hasta exceso, por lo que podemos y debemos exportarlo, el gas es un recurso renovable que, valga la redundancia, se va a terminar algún día. Y si exportamos una parte, se acabará antes del tiempo que podríamos aprovecharlo en el consumo casero, la producción de energía o el desarrollo de una industria petroquímica que nos ayude al desarrollo.


Poco importa si se terminará en 20, 40 o más años. Se acabará algún día, haya o no más reservas, al margen del tráfico de cifras del Poder Ejecutivo. Llegará un día en que la próxima generación o la siguiente ya no podrán contar con el gas y tendrán que importarlo a precios estratosféricos, y nos recriminarán por no haber tenido el coraje y la decisión de impedir el terco empecinamiento, con aroma de corrupción, de un gobierno que quiere pasar a la historia como uno de los más entreguistas de la historia.


Por eso es importante que los peruanos, al margen de ideologías y otras diferencias, cerremos filas para impedir una venta que sólo conviene a las transnacionales que se llevan el gas a precio vil, dejando limosnas como impuestos, en nombre de una seguridad jurídica que de nada vale frente al bien mayor de la seguridad del país que es dueño de la riqueza gasífera y que la necesita para su desarrollo y bienestar. Por encima de toda consideración está el bien mayor de la preservación del futuro de todo un país.

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