miércoles, 23 de febrero de 2011

NO PUEDE HABER DEMOCRACIA SIN SOBERANIA

Por Carlos Reyna

Es insostenible el argumento de que para defender la democracia en un proceso electoral se puede pedir la acción de un Estado extranjero en contra de un candidato. Una regla clave de la democracia es que la competencia por el voto es exclusiva de las fuerzas políticas nacionales.

Menos aún son antecedente justificatorio las coincidencias que hubo algunas veces, no siempre, entre los EEUU y la oposición democrática frente a Alberto Fujimori. Esa oposición buscaba apoyo internacional precisamente para garantizar la limpieza de las elecciones, por tanto jamás pidió a ningún Estado que sea parte activa contra algún candidato.

Sostener la tesis “realista” de que los EEUU siempre intervienen, señalar que tirios y troyanos también les piden su intervención, y justificar su injerencia electoral con la idea de la amenaza chavista es sentar premisas letales para el orden democrático. Pues no hay democracia, ni siquiera república, sin Estado y sin pueblo soberanos.

Ahora bien, cabría ampliar la mirada para ver si no hay también otros escenarios en los que esos patéticos candidatos y operadores destapados por los wikileaks, abdican soberanías de modo más sistemático y grave que en los chismes acompañados de piqueos o canapés con los funcionarios USA.

Cabe analizar cuánta soberanía guardaron y guardan los que ahora son candidatos en temas como la inversión extranjera, venga de donde venga, o los TLC, la política antidrogas o la política exterior. O cuán autónomos son esos postulantes respecto a intereses corporativos de distinto signo o frente a personajes que se mueven en la turbiedad de la corrupción y el narcotráfico.

Si se considera el historial reciente de esos candidatos y sus emisarios en materias como esas. Si se examina quiénes van en sus listas al Congreso, la opacidad de sus finanzas o quiénes son los donantes que se llegan a conocer, uno concluye que para la mayor parte de aspirantes a Presidente eso de soberanía y autonomía es un bien perfectamente transable, incluso enajenable, al mejor postor.

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