domingo, 18 de marzo de 2012

OPTIMISMO REVOLUCIONARIO

El Perú es, en efecto, un paìs maravilloso. Un país dotado por Dios y por la naturaleza de todo género de riquezas, donde sus habitantes nativos habían logrado desarrollar una sociedad donde se realizó con mucho éxito el valor de la justicia social. Pero un malhadado día llegó la invasiòn de los bárbaros europeos y todo el trabajo civilizador de siglos fue destruido y desmantelado. Desde entonces este paìs no ha sido capaz de superar el subdesarrollo, la injusticia social, la pobreza ni la desigualdad.

El conocimiento de esta historia triste de frustraciòn como naciòn y la corrupción irrefrenable de sus clases dirigentes durante tantos siglos. ha internalizado en los peruanos, desde las aulas escolares, un sentimiento pesimista innato e innegable, rayano con el derrotismo. A su vez, esto desemboca en el conformismo, bajo el lema "así es la vida", sin que nadie retruque "pero no debe ser así". Es por eso que en el Perú, a diferencia de otros paìses, no hubo hasta ahora una revoluciòn indìgena, ni agraria, no obstante el amplio porcentaje de poblaciòn campesina.

Sendero quiso despertar de su apatía a los campesinos del Ande mediante el terror y el resultado fue un genocidio y baño de sangre inútiles. ¿Cómo sacudir, entonces, a la población peruana de su indiferencia, alimentada, hoy más que nunca, por la corrupciòn y traición de los polìticos? He ahí la gran responsabilidad de quienes se proclaman izquierdistas, progresistas y nacionalistas auténticos (no ollantistas). Empecemos por recordar que "podrá no haber revolucionarios, pero siempre habrá Revoluciòn".

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