sábado, 23 de octubre de 2010

UNIDAD PROGRAMATICA PARA GOBERNAR


Por Alberto Adrianzén M. (*)

El domingo pasado el Partido Nacionalista publicó un resumen de sus 10 propuestas para el país con la intención de contribuir a que la discusión sobre las alianzas para las elecciones del 2011 salga del terreno subjetivo para ubicarse en el terreno programático. En ese sentido, sería bueno preguntarles tanto a Gustavo Guerra García, dirigente de Fuerza Social (FS), como a Marco Arana, líder de Tierra y Libertad (TL), cuáles son las grandes diferencias programáticas que dicen tener con sectores de la izquierda y con el nacionalismo. En verdad, ni FS ni TL, más allá de una serie de adjetivos y afirmaciones ambiguas, han podido señalar en qué se diferencian programáticamente de estos grupos.

Por ejemplo, el padre Arana afirma que en el tema sobre DDHH se tendría diferencias “bastante amplias” con el nacionalismo.

Hasta donde sabemos, el nacionalismo y sectores de la izquierda han apoyado el informe de la CVR y, sobre todo, sus recomendaciones. Fue el nacionalismo en el Congreso el que se opuso abiertamente a los últimos DL que buscaban amnistiar a los militares que habían violado DDHH. Ollanta Humala ha sido el único militar que se ha sometido voluntariamente a ser investigado judicialmente sobre este tema. Incluso en el juicio seguido por el famoso caso de Madre Mía, el mismo juez que sentenció a Alberto Fujimori por violador de los DDHH, César San Martín, fue el que lo absolvió. Además, es bueno recordarlo, Humala obtuvo una de sus más altas votaciones, justamente, en Madre Mía.

Asimismo, sería bueno preguntarles a Guerra García y al padre Arana si están o no de acuerdo con que se aplique un impuesto a las sobreganancias mineras; con una política energética, incluyo el tema del gas, soberana; con el fin del modelo neoliberal y con una nueva política económica favorable al crecimiento del mercado interno, al aumento de los salarios, de las pensiones y del empleo productivo; o, también, con una firme e inflexible política de lucha contra la corrupción y de fortalecimiento de la democracia. Sospecho que sus respuestas serían afirmativas ya que quiero creer que, programáticamente, están más cerca del nacionalismo y de la izquierda que del propio toledismo.

Y en este marco sería bueno, incluso, debatir el tema del “chavismo”. Me pregunto si Lula, Bachelet, Kirchner o Mujica han tenido que hacer un juramento “antichavista” o “anticastrista” para ser candidatos a la presidencia. Y si una vez en la presidencia se han declarado contrarios a Chávez y a Castro. El tema de Chávez, del “chavismo” y de Cuba, creo, debe ser discutido con más seriedad. Las relaciones entre Estados no se guían por las simpatías o antipatías hacia un presidente, por más que sea un caudillo o que se crea que es un caudillo. Hacer del “chavismo” un motivo de diferencia insondable, como se pretende, es propiciar un clima de “guerra fría”, tal como quiere la derecha internacional. Más aún si hasta ahora nadie ha propuesto (ni propondrá) un modelo “chavista” para nuestro país.

Por eso es importante lograr un acuerdo programático. Y si bien hay que respetar el derecho a la existencia y crecimiento de cada uno de estos grupos, me parece importante también reconocer que todos son parte de una misma historia: el nacionalismo debe entender que fue el trabajo de la izquierda en décadas pasadas, con aciertos y errores, lo que le permite ser una alternativa hoy día; así igualmente FS y TL deben reconocer que fue el nacionalismo el que abrió nuevamente el espacio el 2006 a las propuestas de cambio, lo que les permite ser hoy día una nueva opción política. El problema, por lo tanto, es de continuidad y no de ruptura. Dicho en otras palabras, terminar con el complejo adánico que cree que con uno empieza y termina la historia. De lo que se trata es de formar un frente y una unidad programática porque el objetivo, insisto, es gobernar el país.

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